El islam ante la posmodernidad

El pasado 27 de abril del 2011 publiqué un artículo titulado Debates sobre la sharia en Webislam. Una de las conclusiones notaba la recurrencia de elementos que calificaba como típicamente posmodernos: la aceptación de la relatividad de todos los planteamientos, de la subjetividad y de lo heterogéneo, la danza de las referencias, la quiebra del saber como ejercicio de dominio, el rechazo del dogmatismo, el culto a la diferencia, la crítica del tradicionalismo, un cierto escepticismo con respecto a la capacidad de la razón, el rechazo a dar por zanjado un tema y dejarlo abierto, como materia para una reflexión siempre renovada…

Este es uno de los temas que a motivado a María Inés Pazos a escribir un post en mi blog, que ha transformado en un artículo de opinión para Webislam, a petición mía (el otro es el tema de la verdad, que contesto en un artículo posterior). Le agradezco haber iniciado este diálogo. Inés se pregunta que significa que un musulmán hable positivamente de la posmodernidad, y si no estaré renunciando a la razón e incluso a la verdad… En su cuestionamiento veo reflejada una tensión propia del islam contemporáneo. Comparto esta tensión, parto de ella para clarificar la alusión a la posmodernidad.

Una alusión que no implica que me identifique con ninguna corriente filosófica: la costumbre de la intelectualidad occidental de ponerle a todo un -ismo me resulta bastante fatigosa, y el añadirle un post- no soluciona nada. Aún así, puedo decir que tengo una cierta conciencia de lo que significa ser musulmán en un contexto posmoderno.

El propio hecho de este intercambio, a través de una plataforma digital, entre dos musulmanes occidentales cualesquiera, que tratan de comprender por si mismos y de vivir el islam en una sociedad tecnificada, desde el reconocimiento de la precariedad de sus conocimientos, es ya un signo de que vivimos en un mundo posmoderno, en el cual aparecen todo tipo de grietas en ese entramado homogéneo y perfectamente organizado que llamamos “modernidad occidental”, permitiendo que se filtren categorías impensadas, voces minoritarias, discursos laterales, fragmentos de un todo no homogéneo, incontrolado… La propia existencia de musulmanes occidentales es una prueba de ello.

Se trata de un apunte de urgencia sobre un tema cuyo desarrollo completo ocuparía un libro, por lo menos (¡un libro que no tengo ningún interés en escribir!). Esta urgencia tiene que ver con el diálogo propuesto, con la necesidad de compartir y de crecer con los demás, en esta aventura siempre única que constituye el vivir el islam en nuestro propio entorno, una experiencia en la cual nadie puede sustituirnos y por ello moviliza todas nuestras facultades. No facultades de sheij ni de erudito, sino apenas patencias precarias de un creyente, de uno normal –pero singular– que apenas sabe nada, que tienta y balbucea, embriagado por el vino de Al-lâh, por el regalo supremo del islam, aquí y ahora…

Sobre la posmodernidad

El término posmoderno alude a la superación de la modernidad occidental, a la quiebra de las ideas-fuerza que habían sustentado la modernidad como proyecto filosófico-político: la idea de progreso, la fe ilimitada en las potencialidades de la razón, la explicación científico-técnica del mundo, el secularismo como ideología, la ciudadanía como regla de exclusión… Dicho de otro modo: la posmodernidad surge de la conciencia del fracaso de (por lo menos parte de) la Ilustración, como ideología que ha conducido al mundo a un callejón sin salida sin precedentes, amenazando incluso con la destrucción.

Por su propia naturaleza, la posmodernidad no admite ser definida de un modo inequívoco. Lo posmoderno no es una teoría. Los llamados “autores posmodernos” no pretenden haber inventado la posmodernidad, han señalado unos rasgos presentes en nuestra sociedad y al hacerlo así la han hecho emerger. Lo posmoderno no pretende volver hacia el pasado, no apunta hacia lo pre-moderno, sino que se abre a las potencialidades del presente, tal y como emergen de la conciencia del fracaso de la modernidad occidental.

Podríamos hablar de una pluralidad de ideas. Se admiten unas características, pero se elude cualquier sistematización. Desconfía de todo sistema, de toda visión totalizante sobre una realidad que se reconoce gozosamente como plural y heterogénea. En esta presentación de las características de lo posmoderno, partiré de un punto clave, como es la idea de progreso, para mostrar como una idea nos lleva a la otra, de modo inevitable:

1) La quiebra de la idea de progreso. Ante la vista de las grandes destrucciones operadas desde la modernidad occidental: la colonización, los campos de exterminio, la destrucción de la naturaleza, el hambre de millones de seres humanos, el control social, la burocratización de la existencia… ¿quién puede todavía sostener que la humanidad avanza en línea recta desde la barbarie hasta la civilización, a lomos de la ciencia? Más bien, tiende a admitirse que la modernidad nos ha conducido al callejón sin salida, y que el cambio de paradigma es un imperativo.

2) Pérdida de fe en la razón científica. El descrédito de la razón instrumental y del paradigma científico-técnico. Estos han conducido a formas de violencia de una dimensión y a una escala jamás imaginadas. A la vista de nuestro mundo devastado, no podemos sino sonreír (con una mueca de espanto) ante el vaticinio de tantos y tantos ilustrados y positivistas, que soñaron la ciencia como la puerta a una nueva era de bienestar universal. Por razón instrumental entiendo: el aproximarse al mundo como mundo objetual, que debe/puede ser manipulado desde una razón que dispone las cosas para su uso. El fin último sería el de la utilidad: la transformación de todo (la naturaleza, los animales, e incluso los seres humanos) en cosas, al servicio de unos fines pre-fijados: el progreso, el triunfo de la razón, el propio bienestar, la producción en masa, el crecimiento a toda costa. La ciencia moderna y el capitalismo caminan de la mano. Unos fines que se pretenden “científicos u objetivos”, pero que han renunciado a la dimensión espiritual o a la consideración no-utilitaria de la naturaleza.

3) Devenir (del) mundo frente a conocimiento objetivo del mundo. El mundo no es un artefacto, no es algo definido y regular, regido por unas leyes matemáticas que una vez descubiertas pueden ser aplicadas a todos los casos, a todos los rincones. Más bien, la Creación es el despliegue de una potencialidad creadora situada más allá de todo computo científico. La vida es cambio, pasión, irregularidad, creatividad sin fin y sin medida. Lo único que le cabe al ser humano es de-venir, vivir en el asombro, y aplicar su razón para desentrañar lo que sucede, con la conciencia de que la realidad no es estática sino fluida. Las pretensiones de universalidad de la razón científica no son más que un intento pueril de dominio de la creación por parte de esa criatura insignificante que es el ser humano. El ser humano tiene miedo a aceptar el aspecto vertiginoso de la vida, el cambio incesante, la vida en lo abierto. Por eso crea leyes inmutables a las que pueda aferrarse a cada paso. Y trata de adaptar la vida social a dichas leyes, ahogando al ser humano en un mar de preceptos y conceptos, y castrando el vínculo interior que lo une con la creación (con la naturaleza y el resto de las criaturas).

4) Crítica de la Ilustración. Y de su racismo explícito, denunciado no ya como una característica desagradable pero marginal, sino como su mismo centro. El proyecto ilustrado es, por definición, racista. De hecho, los ilustrados eran abiertamente racistas, y justificaron sin tapujos la necesidad de civilizar (ilustrar/modernizar/occidentalizar) a las “razas inferiores”. Esta crítica de la Ilustración no es, sin embargo, ni esencialista ni destructiva. Denuncia sus patologías, pero asume como un avance la idea de la emancipación del ser humano, del paso de su minoría de edad (época dogmática, bajo la tutela de la Iglesia) a su emancipación, mediante el pensamiento crítico. Rechaza el totalitarismo excluyente del paradigma científico-técnico, pero no niega los avances científicos. No hay mejor manera de expresar esta dualidad aceptación-rechazo que la frase de Foucault sobre la modernidad, como “un doble movimiento de liberación y de esclavitud”.

5) Crisis de las instituciones: parlamento, academia, escuela, cárcel, cuartel, hospital… las instituciones a través de las cuales el poder Soberano controla, regula y homogeniza la sociedad. Han sido sometidas a una crítica feroz, basada en un análisis genealógico y un estudio sobre las condiciones objetivas donde se originan.

ß La escuela no tiene como fin el la educación del género humano, sino la uniformización y homogeneización de la sociedad, el adoctrinar a los niños y el castrar su espontaneidad.

ß La academia no tiene como objeto el fomentar la búsqueda del conocimiento ni el divulgar el pensamiento crítico, sino más bien el proporcionar al Estado y al Capital tanto el aparato epistemológico que facilita su dominio en todas las áreas, como sus cuadros dirigentes, al mismo tiempo que legitima el discurso dominante.

ß Los tribunales no tienen como objeto el establecimiento de la justicia, sino la supremacía de la ley y la aplicación del derecho sobre el cuerpo social.

ß La cárcel no tiene como fin el castigar a los criminales y reinsertarlos a la sociedad, sino más bien el garantizar la existencia de una población delincuente estable, que justifique la existencia de la policía y el control social.

ß La policía no tiene como objeto el garantizar la seguridad de la ciudadanía, sino la protección de las propiedades de los poderosos, el cumplimiento de la ley y el mantenimiento de las desigualdades sociales.

ß El ejército y el poder de las armas muestra hasta qué punto las democracias formales están abocadas cada vez más a la violencia.

ß El parlamentarismo (“democrático”) se basa en una idea de representación, que en sí mismo es muy poco democrática. Hoy en día, los gobiernos llamados democráticos ni siquiera disimulan: son meros gestores de las ordenanzas de los poderes financieros.

ß Los medios de comunicación no tienen como objetivo el proporcionar información veraz ni análisis objetivos, sino el crear consentimiento con respecto a determinadas políticas que en una situación normal (sin la manipulación de los medios corporativos) serían ampliamente rechazadas.

6) Crítica del euro-centrismo. El abandono de las pretensiones de superioridad de la modernidad occidental. Desde esta se han negado y tergiversado las diversas culturas del mundo, interpretándolas como etapas inferiores del desarrollo de la sociedad o de la cultura occidentales. La modernidad occidental no es una vara infalible de medir el grado de civilización alcanzado por un pueblo, de modo que solo es considerado como civilizado en la medida en que se haya occidentalizado. Occidente no ha llegado a dominar al mundo gracias a su superioridad moral, sino al uso demoníaco de la fuerza y a la centralidad de la carrera armamentística en su desarrollo. No ha habido en toda la historia de la humanidad un proyecto de destrucción universal tan amplia y cruelmente implementado como el colonialismo, que mató a un cuarto de la población del mundo y arruinó cientos de culturas, para imponer un sistema de mercado que beneficiase a las metrópolis. Un sistema sobre el cual todavía hoy se rige el mundo. Desde una óptica universalista, Occidente es la guerra.

7) Crítica del Orientalismo. Esta crítica se extiende al Orientalismo, los estudios sobre las culturas primitivas, el feminismo ilustrado, etc. Se trata de la guerra ideológica de occidente contra todos los pueblos de la tierra. Desde el paradigma posmoderno se rechaza esta visión eurocéntrica como resultado de un mandato de poder (colonialismo), al servicio de la economía capitalista (depredación del mundo).

8) Crítica de la historiografía positivista. La historia no es una reconstrucción objetiva de lo sucedido en el pasado, pues ni siquiera los documentos o datos existentes pueden ser considerados como pruebas objetivas de lo sucedido, sino discursos y representaciones, cuando no literatura. Existe la conciencia de que la historia la escriben los vencedores o, por lo menos, la historia contada por los vencedores tiende a ser la dominante. La historiografía clásica ha pasado a ser considerada en muchos casos como un apartado de la literatura. Se abren nuevas posibilidades: la microhistoria, los estudios culturales, el estudio de los símbolos de una cultura pasada, el estudio de las minorías y de los marginados, etc. Se trata de una recuperación de todo aquello que la historia oficial (la historia de las cumbres, de los poderes en liza, de las fechas de batallas y la sucesión de dinastías…) había relegado a la inexistencia. De este modo, vemos surgir múltiples visiones contrapuestas que contradicen la imagen que se había proyectado de una época determinada.

9) Fin de la visión providencialista (teleológica) de la historia. El fin de la pretensión de que todo acontecimiento histórico responde a un plan pre-concebido y persigue un fin superior, que se sitúa más allá de la significación inmediata del suceso. Desde la teodicea, se explica la historia en función del fin escatológico, la venida del Mesías y la redención final de la humanidad. Desde la óptica materialista, este fin último se hace inmanente. En ambos casos, esta concepción providencialista esta relacionada con la justificación del presente por parte del poder vigente, en aras a un fin futuro considerado como utópico.

10) El final de los grandes metarelatos: la Providencia Divina, Salvación o la Fraternidad Universal, el Progreso de la Humanidad, la Historia como despliegue del Espíritu, la emancipación del Proletariado… Las diferentes mitologías fundacionales de la modernidad, sean cristianas, marxistas, liberales o ilustradas, como pretensión de ofrecer una explicación monolítica del desarrollo global de la humanidad. Se deriva de la crítica de las pretensiones de objetividad de la historia como ciencia, que pretendía descubrir las leyes que rigen el devenir histórico del hombre, y poder así determinar científicamente su futuro (historicismo). También con el desenmascaramiento de la razón utópica como justificación de la violencia, sea revolucionaria o conservadora.

11) Rechazo del dogmatismo. Asociado al totalitarismo de la razón, al intento de imponer una verdad única. Esto se extiende no solo al dogmatismo religioso, sino a la sospecha sobre cualquier saber que se pretende absoluto o definitivo, lo cual implica el rechazo de los abusos de la razón instrumental, la denuncia de las ciencias sociales como generadoras de un saber antropocéntrico y vinculado a la institucionalización interesada del conocimiento.

12) Crítica de la religión instituida. El descrédito general de las instituciones políticas se hace extensivo a las instituciones religiosas, al clericalismo, a la religiosidad regulada por un sistema de poder-saber que se erige en guardián de la ortodoxia y en mediador entre Dios y los creyentes. Un tipo de religiosidad que ha anulado toda creatividad, toda espontaneidad, toda experiencia de liberación, y que exige la simple y pura adhesión a unos dogmas y a unas instituciones consideradas representativas. ¿Acaso el fracaso de las instituciones políticas no es heredero del fracaso de la Iglesia? El mismo modelo de representación de lo Divino lo vemos en el plano político: la idea de los gobiernos como representantes del pueblo.

13) Relativismo: la aceptación de una pluralidad de paradigmas se deriva, de forma lógica, de todo lo anterior. A nivel filosófico y científico, el relativismo es lo contrario del objetivismo: la pretensión de que existe una verdad objetiva, que es independiente de los sujetos, y que puede ser determinada por la razón. No existe posibilidad real de eliminar al sujeto del proceso cognitivo, la pretensión contraria ni siquiera puede ser científica ni filosóficamente fundamentada. Desde la filosofía de la ciencia se reconoce que el conocimiento científico avanza mediante la elaboración de hipótesis, y que ninguna teoría totalizadora puede ser considerada como definitiva. Además, el saber se relaciona siempre con el poder, no se desarrolla en un espacio ideal y aséptico, sino que esta definitivamente connotado por unas circunstancias. Más bien, desde una perspectiva posmoderna se pone de manifiesto como el saber-poder genera una “verdad” a la medida de sus intereses, la presenta como algo objetivo, y la impone socialmente.

14) Multiculturalismo. El relativismo se relaciona con el pluralismo, como respuesta a la coexistencia de diferentes morales/éticas/cosmovisiones en un mismo espacio. Mucho más allá del respeto o de la tolerancia, es la creencia de que la Verdad se manifiesta de diferentes formas, la aceptación gozosa de la diversidad de paradigmas, y la conciencia de lo infundado de las pretensiones de aquellos que se creen en posesión de la Verdad. Lo contrario del relativismo es el pensamiento único, la creencia de que existe una Verdad única y universal, que es objetivamente definible. Desde esta perspectiva, aquellos que siguen otras cosmovisiones al margen de la ideología dominante (sea secular o religiosa) son tolerados de mala gana. No por casualidad, la crítica al relativismo esta asociada en occidente al rechazo del multiculturalismo y a la tendencia a homogeneizar la sociedad. Hoy en día, la crítica del relativismo esta estrechamente vinculada con la islamofobia.

15) La apertura a otras cosmovisiones. Se reconoce sin ambages que las cosmovisiones tradicionales son formas legítimas de relacionarse con la realidad, e incluso que son mucho más sanas y equilibradas que la visión dominante en la modernidad occidental. El hombre posmoderno se abre a dichas cosmovisiones, y considera que tiene mucho que aprender de ellas. Pero ese reconocimiento es consecuente con la crítica al dogmatismo y a la religión instituida: no pretende un retorno a formas pre-modernas de religiosidad, sino el recuperar aquellos elementos de las grandes tradiciones que más pueden ayudar al ser humano en su proyecto de liberación.

16) Babelización. El hombre posmoderno tiende a ser políglota, lo cual no indica aquí únicamente que hable varias lenguas, sino que conoce, valora, respeta y hasta cierto punto se adhiere a diferentes cosmovisiones. Tiene conciencia de que coexisten diferentes explicaciones de la realidad, y de que todas ellas son (hasta cierto punto) válidas. No pretende alcanzar una verdad objetiva que deba imponerse a sí mismo ni a los demás, sino gozar de esta diversidad y de la imposibilidad de alcanzar un consenso final en torno a ningún tema, como algo en si mismo significativo.

17) Crisis (crítica) del sujeto. El sujeto es el objeto de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias sociales. Nos situamos en un mundo de sujetos y de objetos, donde el sujeto tiene una cierta soberanía sobre el mundo de los objetos: la capacidad de utilizarlos, de manipularlos. Pero el propio sujeto se convierte en un objeto. La crítica de la subjetividad muestra que esta, como la identidad, es un constructo social vinculado a un determinado concepto de soberanía y a la ficción de una autonomía individual. Frente al sujeto individual cerrado en si, emerge el singular cualsea, no fijado en una identidad (ni religiosa, ni política, ni ideológica, ni nacional…), abierto al devenir, capaz de desubjetivarse y de compasionarse con el otro.

18) Reivindicación de la intuición y vuelta de lo imaginario. Lo imaginario constituye al singular cual sea, es esa dimensión que le permite permanecer abierto. Frente al “desencantamietno del mundo”, podríamos hablar de un “nuevo encantamiento”, que ya no apela al mito o a la magia, sino a las propias potencialidades de la mente para crear desde el vacío de toda representación, para evocar una imagen significativa. No se trata de un banal subjetivismo, ni de los caprichos del sujeto soberano, sino de la recuperación de una dimensión concreta de la realidad: eso que los espirituales llaman “mundo del ángel”, o mundo imaginal.

19) La experiencia de lo sublime, lo seductor, lo terrible, lo indecible. La crítica posmoderna a la razón instrumental se extiende a todos los rincones, a todas las ideas, a todas las instituciones, liberando fuerzas reprimidas. Al desmoronarse la construcción simbólica de la realidad construida desde el «pienso, luego existo», el ser humano accede a esa «parte maldita» desterrada, la muestra como fundamento impensado de lo humano, que la máscara del sujeto civilizado trataba de ocultar. Una experiencia interior no-subjetiva, el cuerpo como pliegue, el sentido profundo de todos los espasmos, de todas las respiraciones, de todos los desgarros. Una experiencia integral que rebasa las construcciones parciales de la mente…

[Podría seguir… pero no soy pensador, y el número 19 me parece sumamente hermoso… Baste lo anterior para hacernos una idea].

La crítica de la posmodernidad

Cabe ahora preguntarse si es posible hablar de un “islam posmoderno”, como es esto posible y cuales serían sus implicaciones. La respuesta es obvia: el islam es el islam, aquí y ahora y siempre, el din primigenio de la humanidad: el islam que tratamos de vivir es el mismo que enseñaron todos los Mensajeros, que la paz y la salat de Al-lâh sean sobre ellos. No necesita ni de la modernidad ni de sus secuelas ideológicas para hallar su fundamento, pues este se da como revelación o encuentro entre el siervo y su Señor. El islam no es por ello ni pre-moderno, ni moderno, ni pos-moderno. Nos situamos en un tiempo meta-histórico, al que algunos llaman tradición, pero que tampoco necesita de dicho calificativo (más bien moderno) para definirse.

Quien se remonta a los orígenes es siempre original, su espíritu no permanece atado a ninguna de las formas históricas tradicionales. Por eso mismo es fiel a esas mismas formas, en la medida en que estas nunca fueron donadas como un fin en si mismo, sino como un medio que hiciese posible la vida en plenitud. Por plenitud entendemos la vida en el pleroma, en una totalidad que nos crea y nos recrea, de la que surgimos y formamos parte, y con la que tratamos de mantener el vínculo constante, en cada paso y pensamiento, en cada nuevo desarrollo.

Pero, precisamente, esta concepción se acerca extrañamente a lo posmoderno. Y, de hecho, hay mucho del islam que coincide con todo lo anterior, de modo que me atrevo a afirmar que el islam es la tradición espiritual que más encaja en la posmodernidad. Mucho más, desde luego, que el cristianismo, el judaísmo, el budismo o el hinduismo. Aunque para darse cuenta de ello habría que descorrer algunos velos. A saber:

1. El islam modernizado. La superación de los intentos contra-natura de adaptar el islam a la modernidad occidental (lo cual se refiere tanto al llamado “reformismo musulmán” como al llamado “fundamentalismo islámico”: el paradigma sería la República Islámica de Irán, el encaje violento del islam en el marco de un Estado-nación moderno).

2. El islam cristianizado. La tendencia a ver el islam desde la cosmovisión cristiana (y toda esa cháchara sobre “las tres religiones monoteístas”), e incluso a catalogarlo como una “religión” (palabra que nadie sabe lo que significa, mediante la cual las ciencias sociales occidentales pretenden reducir los distintos modos de vida desarrollados por la humanidad a una unidad imaginaria, basada en la fractura entre religión y secularismo, o entre razón y revelación);

3. El islam tradicionalizado. La tendencia a equiparar el islam con una visión pre-moderna del “hecho religioso”, catalogada ahora como “tradicional” (en esta línea se sitúan autores como René Guenon o Seyyed Hossein Nasr). Nos hallamos ante la defensa de una visión metafísica, que inevitablemente deviene tradicionalismo, incluso inmovilismo aferrado a unas formas sacralizadas e incapaz de dar respuesta a los nuevos retos que se le presentan a los musulmanes contemporáneos. Nos situamos ante «la invención de la tradición» (según el conocido enunciado de Hobsbawm)

Y, una vez descorridos dichos velos, poner en primer término toda una serie de componentes esenciales del mensaje coránico: el relativismo del saber humano (sólo Al-lâh sabe); el rechazo de las pretensiones de soberanía por parte de ningún poder humano (la soberanía pertenece a Al-lâh); la ausencia de Iglesia, y por tanto de dogmas; la supremacía del estado de naturaleza sobre el estado de cultura; una visión meta-histórica y por tanto no teleológica de la historia; la integración del hombre en la naturaleza… Todo ello basado en una visión unitaria de la Creación de Al-lâh: todo esta conectado, todos somos uno. El Tauhid es el principio que nos permite superar la visión fragmentaria de la realidad que la posmodarnidad nos ha dejado como herencia, ahora integrada en un nuevo paradigma, holístico y no mecanicista, espiritual y no materialista.

La tercera operación, tras descorrer los velos y mostrar las conexiones, sería la propia crítica islámica de la posmodernidad. En esta línea, apuntamos lo siguiente:

La posmodernidad se presenta como una crítica radical de la modernidad. Pero, precisamente por ello, la modernidad sigue siendo su límite y su referencia ineludible. ¿No prolonga la posmodernidad a la modernidad, siquiera en la forma de una aparente inversión, qué mantiene vivas unas estructuras a las que no alcanza su discurso?

Como dice Todorov: “Términos como «moderno» o «posmoderno», ya lo hemos dicho muchas veces, están vacíos de contenido: designan exclusivamente la contemporaneidad. Sin embargo, esta vacuidad no está exenta de significación: expresa una adhesión a la idea de progreso bajo su forma más simple, aquella que quiere que todo lo que venga después sea mejor que aquello que había antes (idea que, por otro lado, el posmodernismo rechaza; pero, ¿por qué ofenderse por ello si ama la incoherencia?)”

En este sentido, la propia idea de una posmodernidad reafirma de forma paradójica la idea de progreso y el eurocentrismo, al considerarse propia de una cultura superior emancipada. No hay una posmodernidad del Tercer Mundo. Y por esto mismo a la posmodernidad le siguen una transmodernidad, una supermodernidad, una post-post-modernidad… estamos en el laberínto sin salida de la mente, hastiada de si misma y sin embargo incapaz de atemperarse.

La posmodernidad es la era de la experimentación, de los simulacros, del ir de lo uno a lo otro, sin fijarse en nada. Todo vale, con tal de que no se lo tome demasiado en serio… Se trata de una forma extrema de escepticismo, auto-centrado y hedonista. En este sentido, se sitúa en las antípodas del islam, en cuanto este aporta una práctica de adoración, cuya práctica continuada pretende conectar al ser humano con su Creador, descentrando su ego, conectándolo con los ciclos de la naturaleza y dándole conciencia del lugar que ocupa en el cosmos.

Se afirma el relativismo, pero no conduce a la aceptación plena del derecho de todas las cosmovisiones a ser vividas libremente, sino apenas a su derecho a ser enunciadas. Tal vez este es el punto donde lo pos-moderno se muestra más deficitario, y donde ha sido objeto de críticas más feroces. Por su naturaleza, la posmodernidad contribuye a desarticular las tradiciones, que sobreviven muchas veces o en forma de ideas imposibles, o en forma de folklore.

De ahí la new age, como sincretismo aleatorio de los elementos más heterogéneos, en el cual cada uno toma lo que quiere, de forma a veces hedonista o incluso narcisista… Nos encontramos con la recuperación banalizada de muchos contenidos tradicionales, usados como meros eslóganes sin contenido, que son usados para configurar una salsa exótica que se pone de condimento en los banquetes de los eruditos. Es positiva la apertura a las grandes tradiciones, pero considero negativo el hecho de que esta apertura no venga acompañada de un compromiso mayor, en especial con la adopción de una sharia, de una práctica de adoración, de una cosmovisión unitaria, con todo lo que eso implica de compromiso y de esfuerzo continuado. Por Al-lâh, no por uno mismo.

En el momento en que el relativismo conduce a rechazar la adhesión a una vía, se convierte en una anti-fuerza, una fuerza paralizante. El relativismo que considero positivo es el tomar conciencia de nuestras limitaciones, de que existen diferentes modos de aproximarse a la Verdad. Este relativismo es un sinónimo de pluralismo, de apertura y de sentido crítico hacia las posibilidades últimas de la mente humana para fijar lo absoluto en una fórmula cerrada. Precisamente esta conciencia es la que hace necesaria la revelación: la Verdad que nos llega de lo Uno. Pero esta revelación no es meramente discursiva: se presenta en forma de parábolas e imágenes, con un lenguaje circular y fluido, como teofanía y no como doctrina. No tiene pues sentido, una vez aceptada la revelación, el pretender reducirla a un discurso humano.

En palabras de Hashim Cabrera: “Una de las características que se han señalado como inherentes a la sociedad posmoderna es la fragmentariedad, la falta de un criterio unificado en las ideas o en los proyectos. En ese sentido podemos fácilmente deducir las correspondencias en el terreno político y cultural: divisiones, enfrentamientos, localismos: toda una feria museística en la que se dan cita fragmentos de sociedades, tribus y razas. La edad posmoderna nos ilustra con un repertorio multicultural que más que ser motivo de encuentro y convivencia, lo es de autodefinición y regreso.”

En el plano de las humanidades, la inflación de lo anecdótico y de la microhistoria ha conducido a absurdos como los señalados por Gui Bois: hoy en día es más fácil hacer una investigación sobre el cultivo del caracol en la Francia del siglo XIII que sobre el papel de la industria militar en el surgimiento del capitalismo. El rechazo de las visiones totalizantes de las ciencias sociales las han vaciado de contenido, las han hecho inofensivas. Puede que el materialismo histórico fallase como explicación científica de la historia, pero por lo menos ofrecía un marco interpretativo, que actuaba como contrapartida de otros marcos igualmente insuficientes.

Con esto se comprende que la posmodernidad no constituye una amenaza seria para el Poder, ni para el capital ni para el Estado. Tampoco parece destinada a colmar las expectativas de vida de las gentes, ni a propiciar un crecimiento espiritual. No procura sentido. Se enseña en las universidades sin problema.

El exceso crítico acaba anulando la efectividad de toda crítica, al no ser seguido por una mística. El pensamiento crítico, cuando llega al paroxismo, nos abre a la Unidad, nos sitúa ante Al-lâh como horizonte del sentido. La propuesta del islam es, precisamente, la de no conceptualizar a Al-lâh, no transformarlo en un ente, en un Ser Supremo que no es sino la cosificación de Al-lâh: la idolatría que consiste en situar un ente como fundamento metafísico de la existencia. Por eso el musulmán proclama: Al-lâhu Akbar. Dios es más grande, esta siempre más allá de todo lo que pueda pensar, sentir, imaginar… Pero Al-lâh esta más cerca del ser humano que su propia vena yugular. Allí donde mires, verás la Faz de Al-lâh. A Al-lâh no lo abarcan los cielos y la tierra, pero sí el corazón de aquel que se abre a Él. En este sentido, el islam está mucho más cerca de la crítica posmoderna de la metafísica que no del «islam tradicional» (y metafísico) de un Nasr o un Guenon.

Coda

Al citar de modo positivo algunas características posmodernas no pretendo hacer su apología. Se trata más bien de reconocer una situación dada y destacar algunas de las posibilidades que nos ofrece para un nuevo desarrollo, en el cual la espiritualidad tendrá un papel decisivo, ya no constreñida por el corsé de la metafísica, ni de la religión instituida, ni de una identidad musulmana pre-fijada por el poder de turno, sino más bien abierto a un devenir que el musulmán cualsea, en su singularidad irreductible, reconoce como manifestación de la Rahma de Al-lâh, de la Misericordia Creadora, si Al-lâh quiere.

Que Al-lâh nos ayude a transitar estos tiempos confusos, a vivir como musulmanes aquí y ahora, a pensar el islam en nuestras circunstancias, sin refugiarnos en ningún pasado idealizado, que no es más que la coartada de los espiritualemente estériles. Que Al-lâh nos de las fuerzas y la clarividencia suficientes para contribuir a un resurgimiento creativo del islam, que pueda contribuir a sacar a la humanidad del estado lamentable en el cual se encuentra, insha Al-lâh.

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7 Responses to El islam ante la posmodernidad

  1. Sáleh Abdurrahim 'Isa dice:

    Bismil-Lahi r-Rahmani r-Rahim

    As salamu aleikum wa rahmatul-Lah wa barakatu hermano. Como siempre doy gracias a Al-Lah por permitirme compartir tus discernimientos desde la cercanía de la hermandad. Un hermoso texto, aunque confieso que mi interés radica más en el artículo que pospones que en éste. Quizás el tema de la Verdad nos de una mayor amplitud de miras, pues, como plantea la hermana Maria Inés Pazos, la forma de abordar el problema de la verdad afecta sin duda de manera completa la valoración de todo nuestro pensamiento…

    O sea, no es lo mismo plantear que sólo hay una Verdad, o «La ilaha il-la Al-Haqq», a plantear que la verdad es un concepto y por tanto sometido a la interpretación y el relativismo. Una y otra posición nos da diferentes caminos de acceso a la verdad, pues uno trasciende hasta ser cognoscible sólo para Sí mismo, y el otro establece en la propia definición del concepto la vía de acceso hasta ella (ya sea esta la razón, la experimentación, el dogma o la imposición…)

    La primera postura es realmente la más interesante, pues de haber sólo una Verdad, los mensajes o transmisiones sobre ésta serían siempre un mismo mensaje, aunque los mensajeros sean distintos, de distintos lugares y de distintos momentos temporales. Pero al ser cognoscible la Verdad sólo para Sí misma, el ser humano terminaría convirtiendo esta Verdad en un concepto aprehensible y coherente con su propia situación conceptual y social, y por tanto relativo e interpretable.

    O sea, si esto fuera más o menos así, estaríamos planteando que lo que ha tergiversado el Mensaje traído por los distintos mensajeros a lo largo del tiempo ha sido más la intención de comprenderlo que el de destruirlo, amén de que esta comprensión esté sometida al ejercicio de la razón (que implica establecer o descartar nuevos conceptos concluyentes o conclusiones, en función de su coherencia con respecto de otros conceptos de partida o premisas) y del poder establecido (más por miedo, quizás, al caos de un modelo social por conocer, que por el deseo de mantener un desequilibrio social, y que implicaría por tanto lo mismo que la razón, estableciendo o descartando comportamientos y modelos de relaciones sociales en función de su coherencia con las estructuras e instituciones imperantes).

    Y esto mismo que aplicamos al mensaje transmitido por los mensajeros anteriores habría que aplicarlo también al último de ellos. Esto es: el Islam es el Islam, como tú bien dices, así como sabemos que el Corán permanece puro sin haber sido tocado; pero no así la comprensión de este din o camino hacia AL-Haqq, ya que esta comprensión, desde el momento que está mediatizada por la razón y el poder establecido (no por mala fe, sino por pura precariedad humana), corre el riesgo de ser relativa e interpretable al convertir la Verdad en un concepto…

    E incluso, aunque existen ciertamente, desde mi punto de vista, seres humanos, aparte de los propios mensajeros, que han alcanzado la Verdad en base a su propia faná o desintegración más absoluta, sus menajes vuelven a ser como el de los mensajeros, tanto en el sentido de que al transmitir la misma Verdad se establecen como un mismo mensaje, como en el sentido de que al quererlo interpretar desde la razón y el poder establecido, haciéndolo coherente tanto con lo que hay como con lo que se piensa a priori, termina siendo tergiversado…

    Así, la sharía o fiqh estaría sometida a esta misma situación, no porque yo me atreva a poner en duda ni las buenas intenciones ni el conocimiento sobre el Qur’an y los hadits de los imanes fundadores o el existente en las distintas madhabs, pero sí la situación específica en que fueron codificadas dichas reglas jurídicas, tanto por las premisas imperantes como por el poder establecido durante dicha codificación así como durante las respectivas reinterpretaciones posteriores hasta hoy día…

    Ma salama, hermano… Y un abrazo para ti y tu familia.

    • abdennurprado dice:

      Wa aleykum salam, querido Saleh

      Concuerdo contigo: el tema de la Verdad es lo verdaderamente importante, lo demás son prolegómenos. No creo que haya contradicción, sino plena coherencia: hay una sola Verdad: Al-lâh es la Verdad, y por eso toda verdad humana es relativa. De lo uno se desprende lo otro. No es relativismo posmoderno, sino algo que se desprende del reconocerse musulmán: Al-lâhu Akbar: Dios está más allá de todo lo que podemos pensar o imaginar… Por eso decimos: sólo Al-lâh sabe, en última instancia. No tenemos acceso a la Verdad, excepto en forma de revelación y de apertura, pero jamás en forma de posesión por parte de ese órgano insignificante de una criatura insignificante como es un ser humano cualquiera, que esta inserto en unas determinadas circunstancias y apenas es capaz de verse a si mismo realmente, ni a su entorno más inmediato… ¿Cómo puede un ser humano pretender «estar en posesión de la Verdad»? Y encima llamarse a si mismo musulmán! Lo hace mediante la reducción de la revelación a un lenguaje discursivo, que él mismo pueda dominar como sujeto. Es decir: destruyendo la revelación, manipulandola como un texto dispuesto para su uso. Como tu bien dices: transformando la Verdad en un concepto. Es decir: cosificando a Al-lâh, haciendo idolatría.

      Pero no creo que se trate de tergiversar: simplemente, el Mensaje eterno. El Corán increado esta en una Tabla Resguardada junto a Al-lâh, el Corán-creado es solo una de sus manifestaciones, del mismo modo que el Corán-libro es solo la plasmación en forma de libro del Corán-recitado, que a su vez es solo la plasmación en forma de recitación del Corán-descendido… Y este Corán-descendido-creado-recitado-escrito es finalmente comprendido desde unas circunstancias, en base al pensamiento dominante de cada época, en base a procesos personales, a deseos profundos, a anhelos ni siquiera conocidos… Y eso mismo es lo que hacemos nosotros. De esto se trata, de ser conscientes de que el lenguaje y el discurso humano son presas del tiempo lineal, de la historia. Más bien: ellos mismos son los inventores del tiempo lineal, una ficción necesaria para que pueda existir algo así como un desarrollo de lo humano. Pero sabemos que esa experiencia del tiempo lineal (de los relojes y las citas) es meramente subjetiva. ¿Tenemos acceso al tiempo mesiánico, a la eternidad que es en este mismo instante? No es que tengamos acceso: es lo que es.

      En fin, voy preparando el escrito sobre la Verdad, pero estopy muy ocupado, tengo varias conferencias, de modo que taradrá un poquito… insha Al-lâh

      Un abrazo, tu hermano abdennur

  2. abdel-ishq dice:

    «No me abarcan ni los cielos ni la Tierra. Sólo me abarca el corazón del creyente que se abre a Mí.»

    Hadiz Qudsi

  3. Adán dice:

    Muy interesante; leí el primer artículo, luego el Mª I. Pazos, y ahora este. Muy densos… pero densamente interesantes.

    Me llama, no obstante, la atención alguna cuestión que das por hecho o sobrentendido pero que yo no llego a comprender. Cuando comentas esa «cháchara» de los tres monoteísmos en relación con la cosmovición cristiana. Al hilo de ese comentario, quizás no tanto la cháchara de los tres monoteísmos como la cháchara de los monoteismos del desierto. En la selva, en la jungla, no suelen presentarse monoteismos; éstos aparecen revelados sobretodo en climas más duros. No sé, da la impresión que Dios ha creado todo, pero luego el hombre ha creado la religión (a veces, a espaldas de Dios).

    Adán

    PS El artículo de Avempace, genial.

  4. abdullah garcia dice:

    Enhorabuena por tu artículo. A mí sin embargo me hubiera gustado más si hubiera comenzado por el final. A mi cada vez más todo eso que ha discurrido bajo la etiqueta del posmodernismo me parece más como una manera camuflada de continuar la misma senda iniciada por la modernidad. Ese vaivén de palabras que sirven para decir una cosa, la contraria y nada creo que comparte con esa modernidad que tu (no sé porque) consideras “homogénea y perfectamente organizada” una cualidad fundamental. La modernidad en realidad es otra etiqueta igualmente abstracta y esquiva que puede ser y ha sido utilizada en infinidad de contextos diferentes y si algo tienen en común es que designan una voluntad de ruptura con lo anterior. Moderno es siempre una actitud o respuesta ante una situación previa superada. Y ese afán de ruptura es idéntico en los que echan mano del término posmoderno para dar salida a una visión particular o general de la realidad que tenga la virtud de superar una situación recibida, dada, y por tanto inferior. Esa idea de progreso como una empresa alcanzada desde el pensamiento, la conceptualización de la realidad y el ejercicio intelectual que busca inventar paradigmas es, me parece a mí, la esencia de la modernidad y la posmodernidad. Creo por tanto que el Islam es tan incomparable con respecto a la una como a la otra. Y menos mal, porque si no dejamos el Corán fuera de este juego con el que el poder marea la perdiz estamos apañaos.

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