Durante el tiempo de su redacción, este texto llevó por título ‘la utopía andalusí’, pero al finalizarlo se había transformado. Lo no-posible ocupa el no-lugar, por una mera estrategia defensiva, pero también por una razón averroísta. Aquí solo daré cuenta de la defensiva: la unión de las palabras ‘andalusí’ y ‘utopía’ hace temer la repetición de los tópicos sobre las maravillas de la España musulmana, como modelo de convivencia pacífica de tres religiones, llamadas de forma muy extraña ‘tres culturas’. Pero esta no es nuestra intención.
En otra ocasión nos hemos pronunciado contra el mito de al-Andalus, no sólo porque es históricamente apócrifo, sino porque responde a unos condicionamientos políticos ajenos a los nuestros. Por supuesto, el rechazo del mito no tiene porque llevarnos a una posición reaccionaria muy de moda, consistente en la denigración de al-Andalus.
No cabe duda de que al-Andalus es un periodo extraordinario de la historia de la humanidad, que es al mismo tiempo historia de Europa e historia del Magreb, historia de Oriente y de Occidente, historia de la ciencia y de la filosofía, historia del islam, del judaísmo y del cristianismo. Pocas dudas hay sobre el hecho de que al-Andalus constituye el periodo de mayor esplendor cultural de la historia de la Península Ibérica, cuya influencia en el desarrollo de la civilización occidental fue determinante.
Al-Andalus como imposibilidad
Los arabistas se pelean por definir al-Andalus, por acotarlo, territorializarlo, fecharlo, limitarlo. Y sin embargo todos los intentos acaban en fracaso o, más bien, tan solo logran demostrar la propia imposibilidad de al-Andalus. ¿Qué quiere decir esto? En primer lugar, que al-Andalus no fue posible. Ninguna prueba más elocuente que su propia desaparición, por lo menos en un sentido histórico-político. En segundo lugar, que los conceptos de la historiografía tradicional, tales como el territorio, el linaje, la lengua, la religión o la etnia no nos sirven para acotar lo andalusí, ni para explicar al-Andalus como un fenómeno único en la historia. Casi diríamos: como una anomalía. Si la palabra utopía significa, etimológicamente, “ningún lugar”, ninguna palabra es más apropiada para hablar de al-Andalus.
1.1. Imposibilidad de fechar
La primera forma en que los arabistas tratan de dominar al-Andalus es ponerle fechas, darle un principio y un final precisos. Se dice que al-Andalus se inicia en el año 711, fecha de una fantasmagórica conquista islámica de la Península Ibérica. Y se sitúa su final en el año 1492, fecha de la toma de Granada.
Esta datación es tranquilizadora, pretende acotar la presencia de al-Andalus en nuestra historia, fijarla en el pasado. Reduce al-Andalus a un fenómeno político y por tanto pasajero, delimitado por una guerra de conquista y finalizado de un modo lógico por una re-conquista. Como si al-Andalus fuera un paréntesis de nuestra historia, un fenómeno extranjero fraguado por las armas y que las armas se encargaron de remediar, con un poco de retraso, para que todo volviera a ser como debía. Como si todo lo que hubiese sucedido en la Península durante este tiempo no tuviese demasiado que ver con nosotros, y perteneciese a la historia del Magreb o del Lejano Oriente, a una parte de la historia que no nos corresponde. Contra el mito castizo de la reconquista ya se ha dicho todo, no vale la pena siquiera pararse a refutarlo. El tema que nos ocupa es otro: ¿podemos hablar de la existencia de al-Andalus a partir del año 711, o de la existencia de una cultura andalusí el año 712? ¿Eran los habitantes de la Península conscientes de ser andalusíes en el siglo VIII? La respuesta es: obviamente no.
Frente a esta visión, parece claro que Al-Andalus no surge por generación espontánea, sino como el resultado de un lento proceso. Richard W. Bulliet, en su estudio sobre el proceso de islamización de la Península, llega a la conclusión de que al final del siglo VIII solo el 10 % de la población se había islamizado. Al final del siglo IX la cifra llega apenas al 20%. Al margen de lo acertado o no de estos porcentajes, parece aceptado que los habitantes de la Península no se despertaron un día como musulmanes, y que no hubo ninguna conversión en masa ni forzada. ¿Qué quiere decir esto? Que en realidad al-Andalus es un proceso, una civilización que va emergiendo en un tiempo histórico determinado, y no algo que podamos considerar como establecido por una hipotética invasión. Tal vez los datos de este estudio estén desfasados, pero ponen en evidencia que el surgimiento de la cultura andalusí fue lento, un proceso que puede calificarse como una eclosión de la conciencia, la capacidad de un pueblo de fundir en una síntesis superior elementos muy heterogéneos, para situarse en la vanguardia del desarrollo cultural y humanístico de la humanidad en su momento.
Igual que lo andalusí no empieza el año 711, tampoco es aceptable decir que al-Andalus termina el año 1492, después de la toma de Granada. Si esto fuera así, nos veríamos abocados a decir que un ciudadano de Granada era andalusí hasta el día de la conquista de la ciudad, pero no al día siguiente. Si lo andalusí es una cultura, esto no es en absoluto sostenible. Decir que al-Andalus termina el año 1492 significa negar su condición de andalusíes a los mudéjares y a los moriscos, a todas las víctimas del casticismo y de la intolerancia religiosa que se cernió sobre España desde el siglo XVI hasta hace muy, muy poco.
Esta obsesión de los eruditos por poner fechas precisas a los procesos culturales denota su incapacidad de comprenderlos. Sin duda las fechas son importantes para la construcción de una narrativa histórica, pero no pueden sustituir la vivencia real de las personas, ni la complejidad de los procesos, en los cuales se da una síntesis de elementos que esa misma narrativa presenta como enfrentados. Las fechas son hitos escogidos según la visión de la historia que trata de venderse, y sobre esta elección de fechas-clave se desarrolla de modo armónico esa narrativa. Pero esta narrativa no puede considerarse como totalizadora, so pena de resultar incongruente. En el caso de al-Andalus, las fechas 711-1492 corresponden a una visión inventada a posteriori por la historiografía casticista y mantenida como mito fundacional de España por el nacional-catolicismo.
Debemos por ello rechazar las fechas, rechazar la idea de que una civilización pueda ser delimitada, o como si una idea-fuerza tuviese un principio y un final precisos. Al-Andalus no empieza el año 711 sino que va emergiendo en los siglos posteriores, y no termina el año 1492, sino que lo andalusí se da dentro y fuera de la Península y se prolonga mucho más allá incluso de la expulsión de los moriscos el año 1609. Al-Andalus perdura como lo impensado de «España» hasta el presente, la fuerza reprimida que alienta todas nuestras creaciones.
1.2. La imposible territorialización
Del mismo modo, debemos rechazar la idea que equipara lo andalusí con la España musulmana, como si al-Andalus hubiese sido únicamente las zonas que, entre el 711 y el 1492, hubiesen estado bajo dominio político musulmán. Esta territorialización política de lo andalusí es aún más problemática que su datación. Esto es lógico, si tenemos en cuenta que la cultura andalusí se desarrolló en un tiempo en el cual los territorios cambiaban de mano constantemente, siendo gobernados ahora por monarcas musulmanes o cristianos. ¿Acaso el cambio de gobierno significa un cambio cultural de un día para otro?
La cultura andalusí fue determinante en zonas bajo dominio cristiano. Este no es el lugar para desarrollarlo, pero pienso que Alfonso X es el prototipo de monarca cristiano andalusí. Y con ello no pretendemos decir que fuera simpatizante de los musulmanes o de lo islámico, sino que pertenecía plenamente a la cultura andalusí. De hecho, si Alfonso X ha pasado a la historia es como el transmisor por excelencia de parte del legado andalusí a la lengua castellana, con exclusión de lo explícitamente islámico, por supuesto. Como ponen en evidencia historiadores de la talla de Francisco Márquez Villanueva, sus referentes principales a la hora de gobernar eran los de la cultura andalusí.
Pero también podemos mencionar a los moriscos, como representantes agónicos de la cultura andalusí, mucho más allá de cualquier pervivencia de un poder político en manos de supuestos musulmanes.
1.3. Lo inapropiado del límite religioso
Sostenemos lo inapropiado que resulta reducir lo andalusí a lo islámico. Aunque el islam fue su elemento vertebrador y posibilitador, la cultura andalusí era compartida por nemerosos judíos, musulmanes y cristianos. De hecho, en determinados textos de la época se diferencia entre lo confesionalmente islámico y lo andalusí.
Como ejemplo: en una crónica del siglo XIII, ibn Sa’îd narra sus peripecias por al-Andalus. En un momento del viaje, describe un encuentro con los autóctonos y escribe: “éstas son las noblezas y las precauciones de los andalusíes”. Se trata de un musulmán asentado el pueblo cordobés de Alcalá la Real, pero él mismo no se considera andalusí, y mira a los andalusíes como pertenecientes a una cultura diferente.
Si encontramos musulmanes que viven en la Península que no se consideran andalusíes, también encontramos no musulmanes que se autodenominan como andalusíes. Un caso paradigmático es el del Moisés Maimónides, un sabio judío consciente de ser andalusí, expulsado de su al-Andalus natal por los musulmanes almohades, quienes no eran andalusíes (aunque algunos de sus dirigentes acabasen siendo asimilados por la cultura superior). El año 1148 Rabí Isaac tuvo que dejar Córdoba con su familia, incluido su hijo Moisés, ante el avance almohade. Se refugió en Granada y luego en Almería, de donde la familia partió para el exilio en Fez, el año 1160. Ese mismo año Maimónides escribió su ‘Epístola sobre la conversión forzosa’, que se inicia con la frase: “Dice así Maimónides, el andalusí…”. Y todavía el año 1194, 35 años después de su exilio, escribe en su carta de Marsella: “Moisés hijo de rabí Isaac, el andalusí…”. En numerosas obras muestra su aprecio de la cultura andalusí, con expresiones del tipo “allá en mi al-Andalus…” (Los tres exilios de Maimónides, de Miguel Cruz Hernández).
Este no es un caso aislado: la cultura judía andalusí es todavía recordada como uno de los hitos del desarrollo intelectual del judaísmo. Teniendo en cuenta esto, resulta lamentable que Jacobo Israel Garzón, siendo presidente de la Federación de Comunidades Judías Españolas, afirmase hace poco que “El mito de Al Andalus es un mito de dominio. No así el mito de Sefarad, que es el mito de una existencia cultural”, tratando de establecer una frontera ideológica y sectaria entre al-Andalus y Sefarad, cuando se trata de dos nombres para el mismo territorio. La diferencia es que al-Andalus abarca la cultura compartida por musulmanes, judíos y cristianos, mientras que Sefarad se refiere únicamente a los judíos.
Si miramos los árboles genealógicos de los diferentes reinos españoles, nos encontramos con caudillos cristianos que se casan con mujeres musulmanas, con nobles musulmanes que se casan con cristianas, con cristianos y musulmanes que combaten conjuntamente contra cristianos y musulmanes, con reyes cristianos que tienen gobernadores musulmanes, con caudillos cristianos que tienen hijos musulmanes.

Estatua de Íñigo Arista de Pamplona (c.781–852) en la Plaza de Oriente de Madrid. Esculpida por José Oñate entre 1750 y 1753
Quiero poner un ejemplo elocuente, relacionado con los reyes de Pamplona, y el origen del reino de Navarra (un reino que los mapas oficiales sitúan siempre en tierra cristiana, fuera de las fronteras del al-Andalus político). Nos situamos en una época tan temprana como el siglo VIII, donde encontramos a un jefe vascón llamado Íñigo Jiménez, casado con una tal Oneka, progenitores de Íñigo Arista. A la muerte de Íñigo Jiménez, Oneka se casa con un noble musulmán, Musa ibn Fortún, señor de Tudela, perteneciente a una familia de conversos al islam. Gracias al apoyo de éste, Íñigo Arista se convierte en el primer rey de Pamplona. A la muerte de su padrastro Musa ibn Fortún, Íñigo Arista hereda un poderoso reino, parte del cual había estado hasta entonces bajo gobierno musulmán. No hay batallas, sino transacciones matrimoniales, no sabemos hasta que punto batallas de amor o simples componendas. Teniendo en cuenta el origen de su reino, y el hecho de que su padrastro fuese musulmán, no es de extrañar que durante el reinado de Íñigo Arista el gobernador de Pamplona, la capital del reino, sea un musulmán, Mutarrif ibn Musa. Este fue asesinado en el 799 por los carolingios, años después sucede la famosa batalla de Roncesvalles, donde los vascones rechazan al ejército de Carlomagno. Es decir: los cristianos y los musulmanes que convivían en un amplio territorio se alían para hacerse fuertes frente a los invasores francos.
Todo lo cual viene a mostrar que las separaciones estrictas entre cristianos y musulmanes como dos fuerzas hegemónicas y unitarias que luchan entre sí constituye una mitología fabricada por historiadores nacionalistas de siglos posteriores, y condensada en el “mito de la reconquista”, que presenta a los cristianos como “españoles” y a los musulmanes como “extranjeros”, y eso a pesar de que la inmensa mayoría de los musulmanes eran conversos oriundos del lugar, y de que España de facto no existía. Sé que al decir esto no estoy descubriendo nada nuevo, pero vale la pena recordarlo en estos momentos, en los cuales asistimos a una corriente que recupera el etnicismo, la territorialización y la división de las personas según su religión. Esta mentalidad arcaica es patente en historiadores como García de Cortazar o Ricardo de la Cierva o en pseudo-historiadores como César Vidal o Serafín Fanjul.
No todo lo islámico de la época peninsular puede llamarse andalusí, y en cambio existen muchos elementos judíos y cristianos que son plenamente andalusíes. Es más: es de sobras conocido el rechazo de los andalusíes a las invasiones almohades (los cuales posteriormente se asimilarían en gran medida a lo andalusí).
En su libro Sobre la desaparición de al-Andalus, Felipe Maíllo escribe: “El ideal de los andalusíes habría sido, según Lomax, un estado andalusí independiente que pudiese poner freno a la conquista cristiana sin necesidad de sufrir la dominación norteafricana.” Y, añade: “la masa de la población, claramente antibereber, prefería mantener vidas y haciendas sometidas al poder cristiano en un régimen de mudejarismo, si bien bajo la dirección de alguno de sus notables”.
Resulta curioso que nuestros arabistas actuales opinen que al-Andalus solo son aquellas partes de la Península bajo gobierno musulmán, mientras que los propios andalusíes prefirieron estar bajo dominio cristiano que no bajo el dominio de extranjeros, aún siendo estos musulmanes. Para un musulmán español del siglo XXI la elección no deja lugar a dudas: un prefiere vivir bajo el gobierno de los nuestros, por mucho que en ocasiones nos deprima, que no bajo el gobierno de un tirano venido del Magreb. Pero algo tan lógico y simple de entender parece no entrar en la cabeza de numerosos arabistas.Una vez más, nuestros arabistas piensan en términos étnicos y sectarios, que no eran siempre los predominantes en la época estudiada.
1.4. Lo inapropiado del límite lingüístico
Tampoco puede decirse que lo andalusí corresponda a la cultura árabe peninsular, y lo mozárabe corresponda a lo cristiano. Estas dualidades son propias de una mentalidad arcaica, que vincula lengua, etnia y religión. Ya hemos visto que Maimónides se calificaba como andalusí en algunos de sus escritos en hebreo.
Además, existe toda una literatura realizada por cristianos andalusíes, los llamados mozárabes, o arabizados. En su estudio sobre las relaciones entre la literatura romance y la influencia árabe, Ramón Menéndez Pidal habla de “Cantos románicos andalusíes”, y pone en duda el calificativo de mozárabes dadas a las canciones escritas en romance. Para Menéndez Pidal el hecho de estar escritas en romance no es contradictorio con ser andalusíes: “estas canciones de las jarchas son mozárabes sin duda, pero también son musulmanas y judías” (España, eslabón entre la cristiandad y el islam, ed. Espasa-Calpe 1956, p.107).
María Jesús Viguera Molins escribe: “La arabización alcanzada por los cristianos andalusíes les definió tanto, desde la óptica exterior también cristiana, pero claro está que situados ya en el Norte cristiano, que allí les llamaron «arabizados» (mustacrib: «mozárabe»), palabra documentada por escrito desde el siglo XI en León. La arabización de los cristianos de al-Andalus llegó a dar origen a una más que incipiente literatura cristiana andalusí vertida al árabe.” (Lengua árabe y lenguas románicas en al-Andalus).
En este punto debe decirse que la arabización no implica necesariamente que abandonaran las lenguas locales. Aunque este es un tema bastante discutido, parece que los musulmanes de la Península fueron mayoritariamente bilingües. Menéndez Pidal nos muestra como Abderrahmán III y sus cortesanos conocían la lengua romance, en pleno siglo X, e incluso que “había entre los musulmanes muy altos personajes que no sabían hablar árabe y sólo se expresaban en lengua aljamiada o romance” (R. Menéndez Pidal: Orígenes del español, Espasa Calpe. pag. 418).
Si encontramos personajes que sólo hablan romance en la corte omeya, centro del poder político, con más razón podemos pensar que esto sucediera al norte de la Península, en un territorio dónde el control omeya fue muy débil, y con una fuerte importancia política de los muladíes. Hablando de la situación lingüística al reino de Aragón en el siglo IX, José María Lacarra afirma que no existía ninguna frontera lingüística entre musulmanes y cristianos, y que la lengua árabe era patrimonio de unas minorías cultas, tanto cristianas como musulmanas o judías (Acerca de las fronteras en el Valle del Ebro, siglos VIII-XII).
1.5 Conclusión
Todo esto nos lleva a una conclusión: lo inapropiado de una explicación de al-Andalus que parta de la equiparación de categorías tales como el territorio, la religión y el poder político, como si estuviesen necesariamente unidas entre sí. Por el contrario, la cultura andalusí se desarrolla en numerosas ocasiones al margen e incluso en confrontación con dichos conceptos. Se puede ser judío bajo dominio cristiano y ser andalusí. Incluso se puede seguir siendo andalusí viviendo en el exilio, a cientos de kilómetros de la Península Ibérica. Y se puede ser musulmán en la Península Ibérica del Medioevo sin ser andalusí. Pero esto es algo que desasosiega profundamente a los historiadores-legajistas, quienes se esfuerzan por acotar al-Andalus a sus propios ídolos mentales, en vez de tratar de comprender lo andalusí al margen de las categorías establecidas desde una historia del poder.
La bandera blanca y verde
Vuelve tras siglos de guerra
A decid paz y esperanza
Bajo el sol de nuestra tierra.
Andalusies, levantaos,
pedid tierra y libertad.
Sea por un Andalus libre,
los puelos y la humanidad.
Los andalusies queremos
volver a ser lo que fuimos
Hombres de luz que a los hombres
alma de hombres les dimos.
Andalusies, levantaos
pedid tierra y libertad
Sea por una Andalucía libre
los pueblos y la humanidad
Ahmad Infante
Abdenour, yo quiero contestar a una cosa que ahora esta de moda decir que el Andalus era toda espana como un nombre de simpatia, La esencia del Andalus estaba en lo que ahora se llama Andalusia la proximidad con el Maghrib lo hacia mas asequible al transito de nuestros hermanos del Maghrib,como usted dice habia musulmanes en navarra aragon etc etc pero era una minoria solo como limites politico del Islam la mayor concentracion de musulmanes y de los que vinieron del Rif y en menos de Irak Siria etc etc,se quedaron en la actual Andalusia aqui no podemos cerrar los ojos y decir que nadie vino de ningun sitio y que todos eramos autocnos tampoco es cierto los hechos y la verdad se quedan en el medio.mi caso mi familia son de Siria Tunez y Marruecos y soy Andalusi.
Claro, Marwan, lo andalusí no es solo peninsular, ni autóctono o foráneo. Pues estas categorías son muy relativas, depende de quien establece las fronteras, y ya va siendo hora de que las derribemos. Lo andalusí es una cultura, el resultado de múltiples encuentros, y es andalusí quien se siente pertenecer a ella.
Estás algo equivocado, Marwan. Yo vivo fuera de España y me he quedado afónico de hacerles entender que hay que distinguir Andalucía de al-Andalus. Al-Andalus fue la Iberia musulmana y ocupó la mayor parte de la Península, extendiéndose por el actual Portugal y llegando hasta Zaragoza y Lérida. Zaragoza tuvo una gran importancia después de Córdoba y a pesar de Toledo. Por eso hay en Zaragoza una tradición de estuidios andalusíes con una publicación que abarva las tres religiones: Recista de Filosofía Medieval. Al Andalus es, pues la Iberia musulmana.
La vinculación cerrada entre al-Andalus y Andalucía es fraudulenta. Marwan ha hablado de que «la esencia de al-Andalus estaba en Andalucía», lo cual es otra cosa. En todo caso, tampoco creo que una «esencia» pueda localizarse geográficamente.
Uno de los momentos cumbres de lo andalusí se da en el norte de la Península, especialmente en Aragón. Pero también en el Levante. Hace poco oí a una andalucista decir (y lo repitió tres veces) que «los moriscos eran andaluces». Me quedé de piedra.
Abdennur, imposible entrar en este debate, que nos aportaría tanta riqueza, tanta riqueza… que nos es impensable abarcar. Lo que hoy es España -y hemos de aceptar este dato, reconocido internacionalmente-, comienza tan lejos en los siglos. ¿Quién nos habla de Tartessos, que ya tenía leyes en verso 12 siglos a.c.? El genio andalusí, esa impronta, esa marca de clase, se remonta siglos más allá de ese al-ándalus que tratas de definir, sin lograrlo. A esta Península se le están negando sus raices más profundas. ¿Por qué crees que se oculta Orce,Venta Micena, reconocida por el mundo científico, que no tiene manías, acaso equivocaciones? En un simposio sobre «al-ándalus en Castilla-León», en León, se quejó públicamente una de las grandes lumbreras en «arte mudéjar», que si aceptaba la tesis de uno de los ponentes, tenía que quemar todos sus libros.El ponente decía que no existe el arte mudéjar. Y claro no estaba dispuesto, no a no comprender perfectamente la tesis del compañero, sino a no quemar sus libros.
Te felicito y te agradezco tu gran esfuerzo de aclaración, y sobre todo te felicito, porque ya es hora que los musulmanes españoles de hoy, comiencen a desentrañar nuestra historia. A alguien le debemos la expresión: «el laberinto español». Así de ricos somos en pedigrí, el más antiguo de Europa, según Orce…
Me he salido bastante del tema, ¿verdad? Pido disculpas.
No es que te hallas salido del tema, es que el tema nos lleva muy muy lejos!
Gracias por el comentario. La próxima semana pondré una segunda parte a este texto, insha Al-lâh.
Buenísimo artículo, como de costumbre.
Todavía estoy esperando algún reconocimiento público a Olagüe.
El menosprecio que sufre por parte de los historiadores patrios es desalentador.
Quizás es que Al-Andalus, y andalusí, es un nombre culto. Si donde dice Al-Andalus decimos la España de moros y cristianos, entonces eso que se llama cultamente al-Ándalus, no sólo ha existido, vaya que sí, sino que está tan vivo que hay un empeño denodado en matarlo. Señal de que es importante, de que no es accesorio ni secundario, de que esta vivo y es fuente de vida.
Se nos ha tratado de estereotipar a todos los personajes conocidos e innombrados de la historia, a la historia misma, cuando la historia, si es, es viva y pervive.
El ganador se lleva todo es un dogma que se nos trata de imponer e introducir en el cerebro arrasando todo lo demás dentro de él, de la misma manera que arrasa fuera. Al-Andalus está muerto, moros y cristianos están muertos, o mejor, no han existido. Eso se nos trata de decir y por eso el islam sólo puede ser una intrusión y los musulmanes sólo inmigrantes, extranjeros, el islam no es español. Ese dogma es otra manera de tratar de ocultar la existencia del hijo no deseado, bastardo. Que él mismo se convenza de que no existe.
Pero existe y vive, porque si no, ¿por qué se le querría matar?
Lo cierto es que Al-Andalus hoy cultamente, moros y cristianos que somos en términos comunes, ibéricos de a pie, no sólo somos, es que el día que dejemos de serlo ni valdrá la pena que exista España. Que la compren toda ella, si no se ha hecho ya, y nos conviertan en un Madonald de fotocopia sin color, olor ni sabor, y que entierren a Abenámar, a la verde, verde, a la verde oliva, a Bernardo del Carpio, a Maimónides, a Sem Tov, a Daraja y a Ozmín, a Madrid castillo famoso, a Góngora, y a mi aldea, y que me entierren a mí.
No hay ganador sino Dios. Wa la gháliba Il-la Al-lah, en cuyas manos estamos seguros y viven, vivimos moros y cristianos, cultamente los andalusíes.
La primera tarea de la civilización, que trata de colonizar,es aniquilar a la que coloniza. Es un axioma.
Parto del principio, para poder saber qué estamos discutiendo, que Al-Ándalus no fue una cultura, sino toda una civilización. El más rico,humano y sensible paradigma de vivencias y convivencias que se hayan podido dar hasta hoy; que vamos ya por «la globalización» en esa decadente tarea de aniquilar culturas, pueblos y civilizaciones.
Abdennur, te temo. Introduces temas magistrales cargados de luces y sombras. Las sombras es lo que aún queda por iluminar.Y es tanto… Tú lo sabes.
Me atrevo a seguir aportando datos, como hormiguita, que lleva su granito al depósito común: «un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero», dice la sabiduria popular.
Abdennur introduce unos presupuestos para seguir ahondando:
. Al-Ándalus como imposibilidad
. Imposibilidad de fechar
. La imposibilidad de territorialización
. Etc.
Der acuerdo: La esencia, el espíritu de Al-Ándalus es imposible encajonarlo en límites geográficos, lingüísiticos, religiosos, fecharlo, etc.
Abdennur acaba de publicar un ensayo que se titula:»El islam anterior al Islam» y le reto a que siga por ahí. Mi gran amigo del alm: ANTONIO ENRIQUE,una de las personas más eruditas que he conocido,»El Tratado de
la Alhambra Hermética»,1ª edición en 1988, cuando tenía 24 años, nos dice sin empacho ninguno que esta Península fue islámica antes del Islam y que aquí se hablaba árabe antes del 700.
España da un Prisciliano, que era de Ávila, con unas doctrinas totalmente unitarias (del Ser Trascendente UNO, que le valen ser perseguido por la Iglesia trinitaria y martirizado.(Busquen en google a Prisciliano.Esta Península tuvo tres siglos de arrianismo, doctrina Unitaria y polígama, con 33 reyes godos arrianos.Cuya monarquía era electiva, no hereditaria.(Miren google el arrianismo español).Tres siglos de nuestra Hª totalmente silenciados.Todo lo más que se sabe es que hubo unos reyes de nombres muy difíciles que les causa risa.
Ese forma de ser, de estar en el mundo, nos viene de tan lejos…Ese espíritu,no ha muerto aún.
«Sefaradimuestro-Digest Number 847, que recibo el 13.11.10 trae unos datos, que me permito trascribir
aquí.Esta revista se publica en lengua sefardí o el
ladino, que hablaban los sefardíes peninsulares. Dice en el apdo, «La ensufizensya rabinika moderna»:
1. La aventura universal de los sefardíes y la particular «encerradura» de los ashkenasíes
La palabra hebrea… (sigo más tarde)
como aportación a estos debates
… La palabra hebrea traducida como «prójimo» en castellano, se define como «semejante humano» por los sefardíes y como «semajante judío» por los askenasíes, en los muchos versículos bíblicos como «…amarás a tu prójimo como a ti mismo». (Lev.19-18b), significa en sentido restringido:
«amarás a tu semejante judío como a ti mismo», por los askenasíes y en sentido universal «amarás a tu semejante humano», por los sefardíes.»
3. El sefardismo es una cantera musical altamente refinada, lo que se ve en la música sinagogal como está escrito: «Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra cantad la gloria de su nombre…» (Salmo66: 1-2…)
La práctica askenasíde rezar las oraciones «sotto voce» (en silencio) a la mayor velocidad posible, es impensable para los sefardíes.»(Fin de la cita)
El sefardí es el judío peninsular y el askenasí es el judio centroeuropeo.
Si traigo esta aportación es para demostrar que la forma de cómo estar en el mundo difiere. Los sefardíes son «andalusíes», en su esencia.
Pero esa forma de ser específica de estas tierras, de norte a sur, no podemos negar que dejaron su historia. No podemos confundir estos dos niveles, si no nadie va a estar contento con lo que aquí se dice.
La esencia de Al-Ándalus no es un mito,o una utopía. Es una realidad tan demostrable, como las páginas históricas que fueron dejando escritas.
Son dos niveles diferentes, que no debemos mezclar en el mismo debate.
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El himno de Andalucía dice tambien Españay la humanidad, no lo tergiversen
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