La Creación es el Decir de Al-lâh, la fecundidad de su Mandato creador se hace visible en la naturaleza, lengua sensual y telúrica, lenguaje abierto a los sentidos. Como dice un amigo, el islam es cosa de la piel. Al-lâh habla con los humanos —obreros y artesanos, científicos y ociosos, campesinos y comerciantes, hombres y mujeres de todas las edades —, y lo hace a través de procesos, de sensaciones, de historias, de tensiones, de vidas y de masas de agua que se encuentran, de imágenes en movimiento. Todo aquello que se capta mediante el instinto directo y la intuición creadora, todo aquello que todo ser humano puede captar sin necesidad de estudios superiores, reconocer y recordar como una verdad innata e inscrita en su corazón desde la eternidad.
El tema de la Creación aparece de forma recurrente en el Corán, generando todo un vocabulario propio, a través del cual ya podemos captar muchos de los matices implícitos en la concepción coránica. El Corán emplea varias palabras para referirse a ella [1].
• Jalq aparace 249 veces en el Corán. Indica el acto de “medir, mesurar, realizar un cálculo”, pero también tiene el sentido de “allanar sin romper, poner en orden” algo que estaba desordenado, de forma precisa. al-Jaliq, el Creador, es uno de los Más Bellos Nombres de Al-lâh.
• Bara significa “formar, modelar”, y es aplicada comúnmente a tareas artesanales: moldear un cálamo para escribir, hacer una flecha a partir de un trozo de madera. Al-Bari, el Modelador, es otro de los Nombres de Al-lâh (2:54; 59:24).
• Sawwara tiene el sentido de “diseñar, formar, esculpir, pintar” (40:64; 64:3; 7:11; 3:6; 82:8; 59:24). Al-Musawwir, ‘el Diseñador’, es otro de los Nombres de Al-lâh. Al-lâh diseña cada criatura o detalle de la Creación, dándole formas y colores.
• Ja‘ala aparece 345 veces, con el sentido de “hacer, formar, crear, disponer, preparar”, aludiendo a la Creación como un proceso cuyas formas se renuevan.
• Bada’a aparece 14 veces, y significa “originar una cosa, traer al ser o a la existencia, producir por primera vez”. Es usado para referirse a la Creación de una cosa desde la no-existencia. Al-badi’, el Originador, es otro de los Nombres de Al-lâh.
• Fatara aparece unas 20 veces, y tiene el sentido de abrir o hacer algo nuevo.
El lenguaje del Corán da cuenta del lenguaje de la Creación, de la relación entre el hombre y la divinidad en lo creado, de un entremezclarse en el cual la conciencia busca una salida, la imagen que nos permita estar en el mundo como criatura, al mismo tiempo unida y separada, conciente de sus límites y consciente del todo que la habita. Si nos fijamos en los versículos “naturalistas” del Corán, nos damos cuenta de que en muchos de ellos se nos conmina a dirigir nuestra mirada a los fenómenos de la naturaleza, como modo de apertura a Al-lâh:
¿No ves que es Al-lâh Aquel cuya infinita gloria
proclaman cuantas [criaturas] hay en los cielos y en la tierra,
hasta los pájaros con sus alas extendidas en el aire?
Cada uno [de ellos] sabe en verdad cómo orar a Él y glorificarle;
y Al-lâh sabe bien lo que hacen:
pues, de Al-lâh es el dominio sobre los cielos y la tierra,
y hacia Al-lâh es el retorno.
¿No ves que es Al-lâh quien empuja las nubes,
luego las agrupa, luego las apila en masas,
hasta que puedes ver la lluvia salir de en medio de ellas?
Y es Él quien hace descender de los cielos, gradualmente,
masas gigantescas cargadas de granizo,
con el que golpea a quien quiere
y que aparta de quien quiere,
[mientras que] el resplandor de Su relámpago deja casi sin vista.
Es Al-lâh quien causa la alternancia del día y de la noche:
¡ciertamente, [también] en esto hay en verdad
una lección para quienes pueden ver!
Y es Al-lâh quien ha creado del agua a todos los animales
y [ha dispuesto] que algunos de ellos se arrastren sobre sus vientres,
otros caminen sobre dos patas, y otros caminen sobre cuatro.
Al-lâh crea lo que quiere: pues, ciertamente,
Al-lâh tiene el poder para disponer cualquier cosa.
(Corán 24:41-45)
La mención de la visión es casi obsesiva: ¿es que no veis? Una mirada atenta sobre la creación genera admiración, asombro. El asombro nos mueve a escrutar la naturaleza, a quedar atónitos ante su dinamismo y armonía. Asombro y maravilla, las puertas de toda adoración, de toda comprensión: ¿cómo no remitirse a la fuerza creadora que está detrás de todo lo aparente? Los versos naturalistas del Corán señalan al mundo natural como lugar privilegiado donde Al-lâh se manifiesta. La fecundidad es el signo evidente del poder creador de Al-lâh, de una creación marcada por la Majestad y la Belleza, atributos divinos y al mismo tiempo sentimientos/sensaciones humanas que buscan transformarse en actitud consciente, encontrar una vía que nos permita vivir en el asombro y el recuerdo.
[Bendito] Aquel que ha creado siete cielos
en perfecta armonía entre sí:
no hallarás el menor fallo en la creación del Más Misericordioso.
Mira de nuevo: ¿puedes ver alguna fisura?
Si, mira de nuevo, una y otra vez:
[y cada vez] tu vista volverá a ti, deslumbrada
y realmente vencida….
(Corán 67:3-4)
Mirar y admirar la Creación, tratar de comprenderla. El Corán incita al conocimiento, pero no es un libro de ciencia, del mismo modo que incita a la justicia, pero no es un libro de leyes.
Y, ciertamente, hemos dispuesto en los cielos
grandes constelaciones,
y las hemos hecho hermosas
para quienes las contemplan.
(Corán 15:16)
El Corán nos llama a contemplar la Creación con una mirada interior, con el ‘ayn al-yaqîn, el ojo de la certeza, conocimiento visto y no meramente discursivo. La palabra ‘ayn significa al mismo tiempo “fuente, ojo, individualidad, determinación”, nos abre a un amplio campo de significaciones. Naÿm ad-dîn Kubrâ escribe: “el doble cerco de los dos ‘ayn aparece al final del peregrinaje místico” [2]. En esta frase, se alude al mismo tiempo a la visión del Rostro de Al-lâh y a las dos Fuentes del Paraíso, pero también puede ser interpretada como la identidad final entre el Creador y la criatura, que son al mismo tiempo dos e idénticos, como en el abrazo de la muerte la amante y el amado se hacen uno, sin dejar de ser dos, sin dejar de contemplarse. También Shabastarî juega con los significados: “El ‘ayn no tiene poder para soportar la luz deslumbrante del sol. Solamente puede ver el sol cuando se refleja en el agua” [3]. Es decir: el individuo no puede ver a Al-lâh más que a través de Sus reflejos en el mundo de las apariencias, donde su Luz deslumbrante queda amortiguada. Al mismo tiempo, la imagen evocada es la del sol reflejándose en el agua (del manantial-ojos): el reflejo de la Luz en la mirada. Nos situamos pues ante un mundo natural que evoca mundos espirituales, el saboreo de las apariencias como manifestación de lo secreto. El Corán afirma, de aquellos que se cierran a la revelación:
No son sus ojos los ciegos, sino sus corazones.
(Corán 22: 46)
Aprender a mirar con el ojo del corazón, este es el mandato. Una vez más, nos abocamos a un magma de significados potenciales, en el cual el elemento telúrico domina. La expresión ‘ayn al-qalb significa al mismo tiempo “el ojo del corazón”, “fuente del corazón”, “identidad del corazón”, y todos sentidos múltiples derivados de la palabra qalb, corazón-centro-pozo-fluctuante: “fuente del centro”, “identidad del centro”, “ojo del pozo”, “ojo del centro”, “identidad del pozo”… La visión interior es la clave de los versículos coránicos sobre la Creación: penetrar a partir de las imágenes de la naturaleza hacia su centro palpitante, para ver como las imágenes brotan de la Fuente: Al-lâh está creando el mundo a cada instante, a cada instante todo es aniquilado y recreado. Dice Rashîd ad-dîn Maybudi: “Al-lâh torna su mirada al qalb del amante, de tal forma que este quede limpio. Entonces, Él abre el ‘ayn del conocimiento y de la sabiduría en su qalb”. El corazón amante se purifica en los ‘ayn (manantiales, ojos) de Al-lâh: son abiertos los ‘ayn (ojos, manantiales, identidad) en su corazón-centro: “Él se aposenta en el lugar del ‘ayn o, mejor, Él es el ‘ayn (la única identidad que queda)”. Maybudî concluye su poema: “Ahora, no me atrevo a decir ‘Yo soy yo’, como tampoco oso decir Él” [4]. Una vez más, tras el juego de los ojos-manantiales, lo que se esconde es el tema de la identidad: identidad entre el Creador y las criaturas, entre el hombre y la naturaleza.
Esta identidad nos remite al comienzo: todo tiene su origen en Al-lâh, la no-dualidad. ¿Contiene el Corán un mito de la Creación? Sin duda, numerosas aleyas nos sitúan en el tiempo inmemorial. Sin embargo, en el Corán el mito de los orígenes no está al principio del libro, como en otras cosmologías primigenias, ni lo encontramos desarrollado de forma sistemática en ningún lugar. Aparece aquí y allá, inserto en otros desarrollos, a veces en textos de carácter litúrgico, a veces en boca de un profeta. Esta dispersión es significativa. No es nuestra intención el reunir todos estos versículos con el fin de reducirlos a un discurso lineal, ni para aplicar al Corán una razón discursiva que es ajena a él. Más bien, se trata de resaltar la poética de la Creación recogida en estos versos, destacar el modo como la revelación engloba al hombre y a la naturaleza, unidos en su origen, una unidad que demanda un re-conocimiento:
¿No ven, acaso, los que empeñan en negar la verdad
que los cielos y la tierra formaban una sola masa,
que luego separamos?
–¿y [que] hemos hecho a partir del agua todas las cosas vivas?
(Corán 21: 30)
Esta masa inicial es conocida por otros mitos de la Creación. En el Rig-Veda leemos que “al principio había tiniebla tras tiniebla; todo era un irreconocible flujo” [5]. En la Teogonía de Hesíodo se habla del Caos primordial, presentado por Ovidio en las Metamorfosis como “una masa informe y enmarañada y no otra cosa que una mole estéril, y desunidas las semillas de las cosas, reunidas en confusa amalgama” [6]. Podríamos citar otras cosmologías para darnos cuenta de que este principio material o masa amorfa constituye un arquetipo, una imagen que se repite en diversas culturas. Todos estos mitos mantienen sus particularidades, en algunos casos podríamos hablar de diferencias significativas. Pero todos ellos tratan de ofrecernos una imagen mítica de los comienzos con la cual relacionarnos como criaturas, seres creados conscientes de su origen en lo indiferenciado. De ahí el peso de la masa unitaria e indiferenciada en la conciencia de la humanidad, signo de un mundo sin imágenes ni signos, y por ello indescriptible, que tan solo puede ser enunciado en forma negativa como “un principio de confusos principios borrascoso” [7] del cual emerge lo diverso en fases sucesivas.
Alguien preguntó a Muhámmad, Mensajero de Al-lâh: “¿Dónde estaba tu Señor antes de crear la Creación?” El Mensajero de Al-lâh contestó: “estaba en una Nube (‘amâ), no había espacio ni por encima ni por debajo”. Según al-Yîlî, esto quiere decir que no existía un Creador arriba y una Creación abajo, sino que los cielos y la tierra permanecían indiferenciados y lo múltiple permanecía preso en el seno de lo Uno [8]. Esta Nube es la Esencia interior y escondida de Al-lâh, desde donde exhala el nafs ar-Rahman o Aliento Matricial que ha de separar la luz de las tinieblas, dando existencia a la dualidad. La Oscuridad divina corresponde a la tiniebla de la teología negativa, completamente inefable, impenetrable, oscura. Algo anterior a la existencia que llamamos Materia Oscura, Nada o Nube Primordial.
El atributo positivo de esta materia original es su carácter fluido y acuoso, lo que ha hecho que este mito primigenio sea calificado como “cosmogonía acuática” [9], en la cual el agua ocupa un lugar preeminente entre los elementos. Este fluido primigenio se relaciona, de algún modo, con el agua. La Nube es una concentración de agua evaporada. Al mismo tiempo, este elemento acuoso primordial, anterior a la diferenciación entre el cielo y la tierra, evoca el útero materno. Hablamos entonces de memoria profunda, de ir más allá de los recuerdos de nuestra vida histórica, remontarnos a lo anterior a nuestro nacimiento. Recordar nuestra vida antes de la vida.
En ese principio acuoso ya existía Al-lâh, principio anterior a todo lo existente. Todo en la creación recuerda su comienzo, el separarse de la luz de las tinieblas. Este es el medio privilegiado para acceder a Al-lâh. Sentir el Poder creador en todo lo visible, penetrar en la fuerza matriz de la existencia, más allá de la imagen, más allá de la forma, hasta situarse a los pies del Trono de Al-âh, Majestad insondable, Matriz de amor, Generador del Tiempo:
Y Él es el que creó los cielos y la tierra en seis días,
y su Trono estaba sobre el agua.
(Corán 21: 7)
En otro lugar el Corán nos aclara que no debemos entender esos “seis días” en un sentido literal. Más bien, nos situamos ante un proceso de larga duración:
Cada día junto a tu Sustentador es como mil años.
(Corán 22: 47)
Los días alejados de Al-lâh son miseria humana, apenas una gota de esperma derramada. Los días junto a Al-lâh son milenarios, instante luminoso, intensidad robada a la tiniebla. La fecundidad, el movimiento, la armonía, la belleza… son las características principales de la Creación. Una armonía en movimiento, una belleza exuberante fecunda la mirada, moviéndonos al reconocimiento de Al-lâh, fuerza matriz y gloria inaccesible, Creador de los cielos y la tierra. Podemos verlo, podemos sentirlo y apenas las palabras se empecinan el decir lo indecible. También en la muerte, en las destrucciones y en la nada: todo revela a Al-lâh, su fuerza y su potencia. El lenguaje de la revelación se genera en este tránsito, en este abismo en el cual la palabra quiere ser tocada por el ángel. En el Corán, el profeta Noé (que la paz sea con él) se dirige a su pueblo en los siguientes términos:
¿Qué os pasa que no dais reverencia a Al-lâh,
cuando Él os ha creado [a cada uno] en fases sucesivas?
¿No veis cómo Al-lâh ha creado siete cielos en perfecta armonía,
y ha puesto en ellos la luna como una luz [reflejada],
y el sol como una lámpara [radiante]?
Y Al-lâh os ha hecho brotar de la tierra con un crecimiento [gradual].
(Corán, 71: 13-17)
Estamos hablando de la Creación como un largo proceso, anterior a la aparición del ser humano:
¿Acaso [no] hubo un lapso inconmensurable de tiempo
antes [de la aparición] del ser humano –
en que él no era aún algo digno de mención?
(Corán 76:1)
Este versículo tiende a rebajar las ansias de supremacía del ser humano sobre el resto de las criaturas. El ser humano apareció en un momento tardío de la Creación, y durante un tiempo indefinido ni siquiera fue digno de mención. Antes de lo humano la Creación ya existía, del mismo modo que Al-lâh ya existía antes de que el mundo fuera creado.
Notas
[1] Tomamos los datos siguientes de: Muhammad Fawad Abdul Baqi, ed., Al-Muajam-al-Mufahir’s Li-Alfazil Quranil Kareem (Shabb Press, 1945), 170-175).
[2] Naym al-Din al-Kubra, Al-Fawat’ih al-Yamal wa Fawatih al-Yalal (‘Las eclosiones de la Belleza y los perfumes de la Majestad’). [3] Mahmud Shabistari, The Secret Rose Garden. Phanes Press 2002. [4] Annabel Keeler: Sufi Hermeneutics: The Qur’an Commentary of Rashid al-Din Maybudi (Institue of Ismaili Studies: Qur’anic Studies). Oxford University Press, 2007 [5] Rig-Veda, sección X, canción 129. Citado en Fuego, agua, aire, tierra. Una historia cultural de los elementos, de Gernot y Hartmut Böhme. (Ed. Herder 1998,p.44). En este mismo libro se pueden encontrar otras referencias a cosmologías tradicionales. [6] Ovidio, Metamorfosis. Ed. Catedra 1997, p. 193. [7] Lucrecio, De rerum natura [8] El Hombre universal, ed. Alquitara 2001. [9] Kurt Schier. Citado en Fuego, agua, aire, tierra. Una historia cultural de los elementos, de Gernot y Hartmut Böhme. (Ed. Herder 1998)
Dios sólo puede contemplarse a través de su Creación. Dios no es estático. Produce, fluye, se mueve. Ha creado un mundo abierto, a través del cual desarrollarse. Este mundo abierto, en el que estamos limitados por las dos coordenadas que nos justifican: nacimiento y muerte. Nuestra “misión” es discernir, de entre todo el movimiento y fragilidad de un mundo sometido al tiempo y a la caducidad, lo Eterno. Un mundo abierto casi exige la lucha por la vida: los fuertes se comen al débil, los más preparados para afrontar su destino vital sobreviven. Pero el ser humano no sólo es animal. Piensa, ama, es capaz de Trascender y observar en el mundo las manifestaciones de lo Eterno. Muchas veces, se ha creído que la religión consistía en renegar del mundo. Pero un camino espiritual consiste en armonizar al hombre con el mundo, trascendiéndolo, sí, pero viviéndolo con toda su intensidad. Dios no puede estar separado del mundo.
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