XIV Jornadas de Historia, Pensamiento y Política, organizada por la Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos de la Universidad de Córdoba.
Bismil-lâhi ar-Rahmani ar-Rahim
El objetivo de esta conferencia es analizar el lugar que ocupa la cuestión de género en el proyecto para la Alianza de Civilizaciones de la ONU. A partir de ahí terminaré planteando la pregunta: ¿tiene cabida el feminismo islámico en la Alianza de Civilizaciones?
Nuestro mundo está viviendo un período muy sensible, enfrentado a una profunda crisis de sentido y de crispación. En la actualidad, es habitual ver agitada la bandera de las identidades culturales, enarboladas por los unos y los otros como un muro separador e infranqueable. De ahí que nos encontremos con la utilización política de categorías tales como “lo occidental” enfrentado a “lo islámico”, como si se tratase de categorías monolíticas, destinadas a un enfrentamiento. Sin embargo, desde la perspectiva universalista de Naciones Unidas parece evidente que la diversidad cultural no puede ser esgrimida en contra de los derechos humanos fundamentales que asisten a todo ser humano, con independencia de su religión, su nacionalidad o de la ideología que profese.
Dentro de esta polarización de los discursos, una de las polémicas más recurrentes en relación al islam en occidente es la de la situación de la mujer. Se considera que el islam es una religión machista y que oprime a la mujer, y se citan como prueba los numerosos casos de discriminaciones que sufren las mujeres musulmanas a lo largo del planeta. Muchas de estas críticas tienden a olvidar los numerosos factores que inciden en esta situación, para señalar al islam como único culpable. Al margen de lo injusto de las generalizaciones, es un hecho que esta crítica de la situación de la mujer en los países de población mayoritariamente musulmana se basa en duras realidades. Tal y como dice la feminista marroquí Asma Lamrabet,
«Entre todas las críticas hechas al islam y a los musulmanes, la que concierna al estatuto de la mujer, a pesar de su furiosa mediatización y en alguna vez de su deshonesta instrumentalización, se revela como la más justa, la más verdadera y ¡la más sensata! Es cierto que a pesar del hecho de que hoy las sociedades musulmanas son de una gran diversidad, pero no es menos cierto que en la mayoría de países islámicos la mujer musulmana padece numerosas formas de injusticia y desigualdades y goza de un estatuto jurídico de los más deplorables y lo más precarios.»
En efecto y según numerosos informes de Naciones Unidos, los esquemas educativos tradicionales, las disposiciones discriminatorias del derecho de la familia y el código del estatuto personal perpetúan de manera flagrante las desigualdades y la subordinación de las mujeres. Enormes tasas de analfabetismo, estatutos jurídicos que subordinan la mujer al hombre y la consideran como una menor de edad de por vida, ausencia de autonomía, obstáculos a la participación política, matrimonios forzados, crímenes de honor, abusos y opresión jurídicos… Todo ello sigue siendo desgraciadamente la realidad diaria de millones de mujeres musulmanas.
Siendo así, resulta del todo comprensible que durante el debate que ha envuelto el desarrollo de la propuesta para la Alianza de Civilizaciones la cuestión de género haya aparecido de forma recurrente. La iniciativa ha sido objeto de críticas, alguna de ellas muy poco civilizadas, en el sentido de que no es posible establecer una alianza con el mundo islámico, en la medida en que este discrimina a la mujer.
Para tener una visión objetiva sobre este punto, debemos analizar cual es el lugar de la cuestión de género en los diferentes documentos de la Alianza de Civilizaciones. Como veremos, se trata de un tema que en principio parecía llamado a ocupar un lugar central, pero que poco a poco ha sido marginado. El presidente Zapatero hizo mención de la igualdad hombre-mujer en su Intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas (21 de septiembre de 2004), en la que lanzó la propuesta para la Alianza de Civilizaciones. En concreto, la mención es la siguiente:
«La seguridad y la paz solo se extenderán con la fuerza de las Naciones Unidas, la fuerza de la legalidad internacional, la fuerza de los derechos humanos, la fuerza de la democracia, de los hombres sometidos a las leyes, de la igualdad, de la igualdad de las mujeres y los hombres, de la igualdad en las oportunidades se nazca donde se nazca. La fuerza frente a quienes manipulan o quieren imponer cualquier religión o creencia. La fuerza de la educación y la cultura. La cultura es siempre paz. Consigamos que la percepción del otro este teñida de respeto. La fuerza del diálogo entre los pueblos. Por eso, como representante de un país creado y enriquecido por culturas diversas, quiero proponer ante esta asamblea una Alianza de Civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán.»
Como vemos, la mención a la igualdad de género forma parte del marco ideológico sobre el cual se sustenta la Alianza de Civilizaciones, por lo menos en la idea que de él pueda tener el presidente del gobierno. Merece la pena destacarse que para Zapatero la igualdad entre hombres y mujeres es una condición para la paz y la seguridad en el mundo, idea verdaderamente admirable. Y todavía más admirable me parece el hecho de que Zapatero incluyese el tema en su discurso a la Liga Árabe del 22 de marzo de 2005, en los siguientes términos:
«Ejercida en el marco del Estado de Derecho, la libertad es la mejor barrera contra la intolerancia y el fanatismo. El ejemplo más claro es la situación de la mujer. Cuantos más derechos tiene reco¬nocidos la mujer en una sociedad cualquiera, más estable, más próspera y más educada es esa sociedad. En este sentido, mi Gobierno está haciendo considerables esfuerzos para mejorar la calidad de vida de las mujeres de manera tangible. Se trata de una tarea esencial que a todos nos concierne y que no puede ser postergada por más tiempo.»
El feminismo islámico en el Informe del Grupo de Alto Nivel
La historia es conocida: la propuesta para la Alianza de Civilizaciones fue bien recibida por la ONU, siendo apoyada por el entonces Secretario General Kofi Annan. Poco a poco fue recibiendo adhesiones, hasta lograr una amplia aceptación por parte de la comunidad internacional. Posteriormente, el proyecto recibió el patrocinio conjunto de España y de Turquía, y se creó un Grupo de Alto Nivel, formado por personalidades de la política internacional, algunos de ellos ex-presidentes de gobierno, otros ex-ministros y unos pocos intelectuales. Tras sucesivas reuniones, el Grupo de Alto Nivel redactó un Informe marco para el desarrollo de la iniciativa, señalando cuatro áreas como prioritarias: educación, juventud, migración y medios de comunicación.
En este Informe la cuestión de género está presente, es mencionado de forma explícita, pero sin que se le dedique un apartado específico. En España este documento recibió severas críticas, y fue acusado precisamente de eludir el tema de la discriminación de la mujer en los países de población musulmana. Estas críticas llegaron al Congreso de los Diputados español cuando la diputada del PP Lourdes Méndez, formuló la siguiente pregunta: “¿Exige la Alianza de Civilizaciones dejar de denunciar la situación de la mujer en los países islámicos?”
La respuesta de la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, fue contundente, afirmando que “nada ni nadie puede dejar de denunciar la situación de la mujer allí donde sufra discriminación” y que
«Resulta evidente que la Alianza de Civilizaciones hace suyo sin ningún género de dudas el objetivo de fomentar las políticas de pluralismo, de respeto a los derechos humanos, de respeto a la igualdad y, de forma muy particular, de promoción de políticas para la igualdad de género.»
Una vez más es el documento en cuestión quien disipa cualquier duda. En concreto, la mención más larga a la igualdad de género la encontramos en el apartado IV, sobre la Dimensión Política de la Alianza de Civilizaciones:
«4.14 En ciertos casos, personas que se autoproclaman líderes religiosos han utilizado en su provecho un deseo popular de dirección espiritual para defender interpretaciones estrechas y tergiversadas de las enseñanzas islámicas. Estos individuos difunden de forma distorsionada como preceptos religiosos determinadas prácticas, como los crímenes de honor, los castigos corporales y la opresión de la mujer. Estas prácticas no sólo contradicen las normas internacionalmente reconocidas en materia de derechos humanos, sino que, en opinión de respetados especialistas musulmanes, carecen de fundamento religioso. Estos estudiosos han demostrado que una lectura correcta de los textos religiosos islámicos y de la historia conducirían a la erradicación, y no a la perpetuación, de estas prácticas.
4.15 Muchas de estas prácticas están directamente relacionadas con la posición de la mujer. En algunas sociedades musulmanas, individuos religiosos mal preparados, a veces en connivencia con regímenes políticos conservadores y poco ilustrados, han conseguido limitar en gran medida el acceso de la mujer a la vida pública y profesional, obstaculizando así sus expectativas y posibilidades de autorrealización. El resultado para estas mujeres, para la sociedad en general y para las futuras generaciones ha sido impedir el desarrollo económico y social, además del pluralismo democrático. Este problema sólo puede solucionarse con leyes que fomenten la plena igualdad de género, de conformidad con las normas internacionalmente reconocidas en materia de derechos humanos. Tales medidas tendrán mayores probabilidades de éxito si se apoyan en una educación religiosa basada en una interpretación correcta de las enseñanzas religiosas. Hay que señalar, sin embargo, que en muchas partes del mundo, entre otras en los países occidentales, todavía es necesario avanzar en lo que respecta a la situación de la mujer en la sociedad.»
Esta no es la única mención de la igualdad de género en el Informe, pero es sin duda la más amplia y significativa. Un aspecto muy interesante de esta mención es la referencia a la “interpretación correcta de las enseñanzas religiosas”, afirmando que esto daría más probabilidades de éxito a la plena igualdad de género en los países de población musulmana. Considero que esta mención se refiere explícitamente al feminismo islámico, y no tengo dudas de que su inclusión es obra de Nafis Sadik, la única mujer musulmana implicada en la redacción del Informe, siendo de hecho una de sus autoras principales. (Hay otra mujer musulmana miembros del Grupo de Alto Nivel, Su Alteza Sheikha Mozah Qatar, quien curiosamente es presentada en la web de la Alianza de Civilizaciones como “consorte del emir de Qatar”. En total el Grupo está formado por 16 hombres y cuatro mujeres).
Esta mención a la igualdad de género es muy positiva, y debemos congratularnos por ella. Sin embargo, esto no nos puede privar de lamentar algún aspecto, como el hecho de que esta mención exculpa en parte a los Estados, cargando la responsabilidad de la situación de la mujer sobre los clérigos machistas. Además, resulta significativo que el Informe mencione este tema en el apartado dedicado a la cuestión política, y no dedique un apartado específico a la situación de la mujer.
El motivo es obvio: aquí ya no se trata del discurso unilateral del gobierno español, sino de un documento surgido del consenso entre políticos e intelectuales de los cinco continentes, cada uno con su agenda política local e incluso sus intereses de partido. Se trata pues de un documento marco, resultado de un proceso político complejo, con muchos factores incidiendo. Teniendo en cuenta esto, creo que sería absurdo menoscabar la importancia de la mención a la igualdad de género en el Informe. El problema se ha producido en el paso siguiente, en el momento en el cual debían concretarse medidas mediante las cuales implementar la Alianza de Civilizaciones.
I Foro para la Alianza de Civilizaciones
Las dificultades de la inclusión de la cuestión de género se pusieron de manifiesto en el I Foro para la Alianza de Civilizaciones, celebrado en Madrid los días 15 y 16 de enero del 2008, justo antes de iniciarse la campaña electoral. En su comunicación al Foro, la Comisaria europea de exteriores Benita Ferrero-Waldner, lamentaba precisamente que la cuestión de género hubiese sido relegada:
«Encuentro a faltar la perspectiva de género en nuestras discusiones, y aún más si tenemos en cuenta que el rol de las mujeres ha sido con frecuencia un asunto de gran división cultural en algunas comunidades. Confío en que todos estemos de acuerdo aquí, no solo en el principio fundamental de la igualdad de género, sino también en la necesidad de que la Alianza promueva el respeto hacia los derechos de las mujeres y que permita que sus múltiples voces sean escuchadas fuerte y claramente en los diferentes diálogos interculturales.»
Mucho me temo que la confianza en nun consenso sobre este punto es muy optimista, y que no todos los presentes en el Foro están por la tarea. Incluso diría que algunos de ellos constituyen claramente un impedimento. La alta política y las espectativas económicas parecen dificultar las buenas intenciones. Este es por el momento el estadio en el cual nos encontramos. Salta a la vista que la Alianza de Civilizaciones esta en marcha, es un work in progress, que ha pasado por una fase de entusiasmo a otra de pragmatismo. Si analizamos todos los documentos mencionados, constatamos que la igualdad de género ha pasado de estar en el centro a ocupar un lugar secundario, más bien discreto. Esto no quiere decir que no esté presente o no sea considerada importante por sus promotores, sino más bien que se trata de un tema que genera enormes dificultades políticas. Estoy convencido de que, tal y como demuestran las palabras del presidente y de la vicepresidenta, la voluntad del gobierno español hubiese sido otra, pero finalmente se ha considerado más prudente el aparcarlo.
Creo que esto nos sirve para poner de manifiesto las dificultades del proyecto estrella de la política exterior española, tal y como ha sido planteado hasta el momento. Básicamente, estas dificultades derivan del hecho de que se trata de una alianza entre Estados y no entre ciudadanos. En este sentido, se comprende que mientras la Alianza se mantenga a un nivel teórico no se planteen los problemas, que aparecen cuando se habla de cómo implementar dicha Alianza. Sabemos en que consiste, pero es más difícil saber como se logra. Lo que sabemos es que no se logrará si no se da cabida a la sociedad civil en la Alianza de Civilizaciones, especialmente a las organizaciones pro-derechos humanos, aún sabiendo que estos pueden ser críticos con las políticas de los estados promotores. En el momento en el cual la Alianza de Civilizaciones pretenda pasar de la teoría a la práctica, deberá abordar la cuestión de género sin tapujos.
Abogar por la igualdad de género en el mundo islámico puede resultar sencillo para un presidente que, como Zapatero, se declara feminista, y entre cuyos votantes el tema no genera el más mínimo problema. Pero el tema no es tan simple para un presidente como Erdogan, que tiene muchos votantes de perfil religioso-conservador. La complejidad se multiplica si tenemos en cuenta que en el Grupo de Máximo Nivel trabajaron conjuntamente personalidades de países tan distantes como Egipto, Marruecos, Indonesia o Senegal. Esta dificultad es comprensible, ya que en realidad el Informe está muy viciado por la geopolítica internacional, y elude temas que deberían ser centrales en la Alianza de Civilizaciones, como son los factores económicos. Podemos lamentar la exclusión de la cuestión de género de la Alianza de Civilizaciones, pero no creo que sea justo el hacerlo si no denunciamos también toda mención a las desigualdades norte-sur y a las políticas neoliberales que están socavando la vida de millones de personas en el Tercer Mundo, especialmente las mujeres.
Se trata de un problema político, pero también metodológico. O tal vez podríamos decir que el problema político se deriva de uno conceptual. Hablar de una alianza de civilizaciones implica aceptar la existencia de dichas civilizaciones, llamadas “Occidente” y “Mundo islámico”, lo cual es completamente falso. El problema consiste en considerar dichas civilizaciones como entidades reales, cuando no lo son. Al pretenderlo, se está dando por válida el aspecto más dudoso de las tesis de Huntington, según el cual el paradigma político actual pasa por la rivalidad entre civilizaciones. No existe un choque entre el mundo islámico en general y el mundo occidental, ya que estos dos mundos no existen como tales, no tienen ninguna representación unitaria, no son civilizaciones monolíticas, no hablan con una misma voz.
Tampoco me parece apropiada la propuesta de Fernando Savater, en el sentido de hablar de ‘alianza de culturas’. Como musulmán español me resulta evidente que el islam no es una civilización ni una cultura. No existe una cultura islámica, sino que los mil quinientos millones de musulmanes del mundo pertenecen a culturas muy diversas . Tal y como señala José Álvarez Junco: “Hablar de «alianza» de culturas o de civilizaciones es una metáfora, ya que, como he dicho, ni unas ni otras son sujetos de la acción. Más que alianza entre culturas, lo que se debería predicar es «entendimiento», y no, por supuesto, entre culturas sino entre personas, entre los individuos y grupos que han sido educados en valores y tradiciones culturales diferentes.”
La expresión ‘Mundo Islámico’ o ‘Mundo musulmán’ resultan muy poco precisas, ya que implican la unión de los conceptos asimétricos de religión y territorio, como si a una religión correspondiese necesariamente un territorio y viceversa. Hablar de Mundo islámico en relación a los países de población mayoritariamente musulmana es tan inapropiado como hablar de Mundo cristiano en relación a Europa. Al hacerlo así les estamos haciendo un flaco favor a las minorías religiosas que viven en estos países, además de que estamos esencializando lo que no son más que procesos históricos en marcha. Frente a las definiciones territoriales basadas en la religión, la modernidad nos ofrece una salida airosa con el concepto de ciudadanía.
De esta dicotomía surge un segundo problema: ¿Quiénes son los interlocutores que llevarán a cabo la Alianza? Siendo ésta presentada como una alianza entre el mundo occidental y el islam, ¿quién representa al islam y quien representa a Occidente en este encuentro? La pregunta no es ociosa, pues si miramos a las personalidades musulmanas presentes en el I Foro de la Alianza de Civilizaciones, podría considerarse escandalosa la presencia de príncipes saudíes por la parte musulmana. Un príncipe saudí está muy lejos de representar al islam, más bien representa al neoliberalismo salvaje que depreda el mundo.
Si el I Foro para la Alianza de Civilizaciones invita como personajes representativos del “Mundo Islámico”, entendido como uno de los actores de la alianza que debe llevarse a cabo, a personajes como el tele predicador egipcio Amr Khaled, cuyos discursos sobre las buenas amas de casa musulmanas resultan simplemente insufribles. En este caso, creemos que la Alianza de Civilizaciones está destinada a fracasar, por lo menos en un capítulo tan central como es la igualdad de género. Porque éste y otros personajes presentes en el Foro tienen una visión fuertemente sexista de la sociedad, y promueven la asunción de roles claramente diferenciados para el hombre y la mujer.
Por otro lado, nos encontramos con la total ausencia de representantes de los movimientos progresistas dentro del islam, con la excepción de la Premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi, única voz del feminismo islámico presente entre cientos de invitados. Por desgracia la presencia de Shirin Ebadi fue más bien testimonial, ya que tan solo le fueron concedidos cinco minutos para expresar sus opiniones. Una Premio Nobel de la Paz con cinco minutos para exponer su visión de cómo pueden reconciliarse el mundo occidental y el mundo islámico parece algo absurda, por lo cual parece evidente que fue condenada a actuar como figurante, mientras las decisiones se tomaban en otros laberintos.
¿Tiene cabida el feminismo islámico en la AC?
Una vez mostradas las antinomias o dificultades de la AC respecto a la cuestión de género, quisiera proponer otra perspectiva, la del feminismo islámico. Aquí nos situamos en un plano diametralmente opuesto, el de sectores de las sociedades civiles de todo el mundo que luchan por la igualdad de género en el marco de referencias del islam.
No voy a referirme a la dimensión espiritual o teológica del feminismo islámico, sino de su dimensión política. Pues es esta dimensión política la que considero crucial, una dimensión que nos ayuda a superar la visión de la AC como un pacto entre Estados. El mandato social del feminismo islámico no viene del poder constituido, sino de las propias poblaciones musulmanas, del rechazo a un estado de cosas que se considera injusto. No es pues una ideología apologética o legitimadora del islam ante sus supuestos enemigos, sino un movimiento de renovación espiritual de la ummah, que pretende traspasar lo meramente ideológico para incidir de forma concreta en la realidad de las mujeres musulmanas. Y lo hace reivindicando un retorno al Corán y a las fuentes del islam, y reclamando la igualdad de género y los derechos civiles de los ciudadanos.
En este sentido, resulta significativo saber que en el Seminario ‘Alianza de Civilizaciones, Alianza por la Paz’, organizado por Junta Islámica, se incluyó en las conclusiones una mención de la igualdad de género. Quisiera destacar cuatro de los objetivos que conforman el llamado Decálogo de Córdoba para la Alianza de Civilizaciones , elaborado por un grupo de expertos y trasladado al Liderazgo Islámico Mundial durante la celebración de la XIV sesión de la Secretaría General:
2) Dar cabida a la sociedad civil en todos los ámbitos de desarrollo del proyecto de la Alianza de Civilizaciones.
3) Exigir a los países que hayan suscrito la Alianza de Civilizaciones una coherencia en lo relativo a la libertad religiosa, respeto a las minorías y políticas migratorias justas.
7) Fomentar productos bancarios y financieros de contenido halal que tiendan a la humanización de la economía y la redistribución de la riqueza.
8) Respaldo político e institucional a las iniciativas y proyectos que fomenten la igualdad de género.
La AC no será posible sin tener en cuenta aspectos sociales, políticos y económicos. No basta con realizar de vez en cuando un congreso en el cual los expertos debatan sobre el diálogo interreligioso, sin incidir en las cuestiones que realmente afectan las vidas de los ciudadanos. Es precisamente la participación de la sociedad civil lo que posibilita el encuentro entre ciudadanos pertenecientes a culturas y sociedades diversas, pero que comparten una visión sobre la democracia, la libertad y los derechos humanos, sin olvidarse del tema clave de la igualdad de género. Estos son los verdaderos protagonistas de la AC, si no queremos que esta quede reducida a una mera cuestión protocolaria. Como discurso político, el feminismo islámico rompe y denuncia la falsa dicotomía occidentalización-islamismo, rompe con la idea de que existe un Choque de Civilizaciones, denunciando la alianza existente entre el fundamentalismo islámico y las corporaciones financieras, encarnada en Arabia Saudí y las políticas neoliberales fomentadas por los estados occidentales.
Después de todo lo dicho, quiero terminar repitiendo la pregunta de partida: ¿tiene cabida el feminismo islámico en la Alianza de Civilizaciones? Personalmente creo que la respuesta correcta es la afirmativa. Afirmativa en la medida en que la expresión Alianza de Civilizaciones no sea más que una metáfora, que alude al proceso de construcción de una ciudadanía global planetaria, basada en valores compartidos, más allá de la cultura o religión de cada persona. Unos valores que no están en oposición sino en consonancia con las grandes religiones de la humanidad, leídas con perspectiva igualitaria, y no a través de las anteojeras del patriarcado. En la medida en que la Alianza solo puede basarse en valores compartidos, alude a la igualdad de género. Pretender excluir el feminismo islámico constituiría un contrasentido.
Cuando hablamos de alianza hablamos de algo más, nos referimos a la cooperación y a la consolidación de un marco común de entendimiento, que podemos calificar como meta-cultural. Este marco pasa ineludiblemente por la democracia, la justicia social, la libertad de religión y de conciencia y la igualdad de género. Frente a este marco compartido, nos encontramos con otros discursos de choque que son complementarios. Por un lado, son las lecturas patriarcales de las religiones las que hacen imposible la Alianza. Por otro lado, el neoliberalismo o el imperialismo cultural, que instauran nuevas formas de opresión y generan las consabidas resistencias. Acabar con el patriarcado pasa por desarticular el neoliberalismo y el militarismo, con el cual se haya en profunda consonancia. Es frente a esta alianza real de los violentos (violencia militar y violencia religiosa, pero también violencia de las ideas y violencia del mercado) que la Alianza de Civilizaciones se presenta.
En su discurso de recepción del Informe del Grupo de Máximo Nivel, en Estambul, el 13 de noviembre de 2006, el presidente Rodríguez Zapatero realizó un hermoso y hasta emotivo discurso. Como colofón, y justo antes de la despedida, el presidente dijo lo siguiente:
«La Alianza de Civilizaciones es la alianza de los hombres y mujeres comunes y corrientes, los hombres y mujeres que cada día conviven y cooperan pacíficamente y que de esa manera hacen avanzar el mundo. Cada día la historia de sus vidas será más la historia de la Humanidad y nosotros, sus representantes, debemos dar testimonio de ello.»
Podría criticar estas palabras, pero no voy a hacerlo. Y no voy a hacerlo porque creo que el presidente es sincero en su idea de que la Alianza de Civilizaciones no es una cuestión de políticos sino de hombres y mujeres corrientes. Esperemos que así sea. Esperemos que tras la alta política que hasta el presente ha tenido secuestrada la Alianza de Civilizaciones entremos en una nueva fase, en la cual la sociedad civil tenga cabida. Esperemos que la igualdad de género y el feminismo islámico lleguen a ocupar el lugar central que deberían ocupar en la Alianza de Civilizaciones. En caso contrario, deberemos concluir que en realidad sus críticos tenían razón, y la AC no ha pasado de ser una estrategia política sin contenido.
Cabra, 21 de febrero 2008
Asalamo aleikum, estimado hermano Abdennur, disculpa que sea tan terca, pero, el Feminismo Islámico es algo ajeno al Islam. En el Islam, el hombre y la mujer comparten roles distintos y éso todos lo sabemos.
Por lo tanto no creo siquiera que el «feminismo islámico» pueda tener «cabida en la Alianza de Civilizaciones» porque es simple y sencillamente una innovación de parte de un pequeño grupo español que no demuestra, el verdadero sentir del resto del mundo islámico.
Bendiciones.
Luchar por construir sociedades más justas, tomando como referencia el mensaje de Muhammad, es contrario al islam?
Al contrario, es exactamente lo que el Profeta hizo y lo que debería de ser prioritario para todo musulman y musulmana.
Tampoco estaría de más un poco más de rigor al definir el «sentir del mundo islámico» en un sentido o en otro. El mundo islámico es muy amplio y, al hamdulillah, contamos con honrosos exponentes de esta lucha por la justicia en todos los continenetes.
Salam
[…] ¿Tiene cabida el feminismo islámico en la Alianza de Civilizaciones? […]
¿Feminismo islamico? ¿alianza de civilizaciones?
Somos grandes y ya sabemos que el genero femenino y la religión son incompatibles asi sea la religion musulmana, cristiana o la que sea… de la misma manera que alianza y civilización, la religion se expande sobre la anulación de los derechos de las mujeres y la civilizacion de radicaliza con las alianzas…