Los días 3, 4 y 5 de noviembre de 2006 Junta Islámica Catalana organiza el II Congreso Internacional de feminismo Islámico, centrado en el tema de la Sharia y los códigos de familia vigentes en países de población musulmana. A raíz de esta convocatoria, hemos entrevistado a Abdennur Prado, director del evento.
¿Podrías comentar como nació la idea y cuales son los objetivos?
El proyecto nació de nuestro trabajo en Webislam. A la hora de contrastar algunas noticias de actualidad sobre el mundo islámico, nos encontramos con la otra cara de la moneda, justo aquello que la prensa mayoritaria en occidente tiende a ocultar: la existencia de un amplio movimiento intelectual dentro del islam, crítico al mismo tiempo con la modernidad occidental y con la tradición cosificada. Nos dimos cuenta de que en los últimos años habían aparecido numerosos colectivos de mujeres musulmanas que luchan contra la discriminación y reivindican sus derechos desde el marco del islam, en países tan distantes como Malasia, Nigeria o Pakistán, por citar algunos. Todos estos movimientos tenían algo en común, que hemos llamado “feminismo islámico”: la reivindicación de los derechos de las mujeres musulmanas en el marco del islam. De ahí surgió la idea de reunir a algunas de estas intelectuales y activistas en un congreso internacional, para visualizar el feminismo islámico como un todo, un movimiento de renovación de la ummah desde dentro. Esta fue una iniciativa pionera, que llevamos a cabo el año 2005. El entusiasmo suscitado por el primer congreso nos ha animado a seguir adelante.
Algunas personas creen que el feminismo islámico es en si un oxímoron, una contradicción. ¿Qué se entiende por feminismo islámico?
Es un problema de terminología. Para muchos musulmanes, la palabra ‘feminismo’ aparece vinculada a la modernidad occidental, con todo lo que esto genera de rechazo, sobre todo por la memoria del colonialismo y la degradación de la condición humana inherente a la globalización neoliberal. Frente a los aspectos destructivos de la modernidad, el islam se nos presenta como una tradición primordial, un modo de estar en el mundo que considera al ser humano como califa de Dios sobre la tierra, criatura capaz de trascendencia. Esto explica las dificultades de algunos para aceptar la expresión ‘feminismo islámico’. Pero, si reflexionamos un momento, nos damos cuenta de que no existe tal contradicción. Si por feminismo entendemos la lucha por el respecto de los derechos de las mujeres, en consonancia con el Mensaje igualitario del Corán, ningún musulmán dudaría de que el feminismo sea plenamente islámico. De hecho, y como dice Sheija Amina Teslima, la palabra ‘feminismo’ es redundante, ya que está implícita en la palabra islam. Por el contrario, para muchos no musulmanes la expresión ‘feminismo islámico’ se presenta como una paradoja, que viene a romper con el discurso dominante sobre la mujer en el islam. De ahí el impacto mediático del término.
Dentro del feminismo islámico hay una gran diversidad de posturas, como pasa también con el feminismo global.
La diversidad es inherente al feminismo, como movimiento que se inserta en la vida real de las mujeres. No pueden ser idénticos el feminismo de una sufragista inglesa del siglo XIX al de una marroquí del siglo XXI. Cada una de ellas debe responder a una situación histórica concreta. Del mismo modo, siempre han existido grandes diferencias culturales y de contexto en el mundo islámico. Las mujeres musulmanas no constituyen un bloque homogéneo y sus condiciones son muy heterogéneas y varían según sus clases sociales, su nivel de instrucción y su espacio geográfico. En algunos lugares el patriarcado se presenta con un rostro más agresivo que otros: Arabia Saudí, Irán o Afganistán. Pero existen países árabes donde las mujeres gozan de gran autonomía, como Siria. En el África subsahariana nos encontramos con sociedades musulmanas donde la mujer ha tenido mucho peso. Dentro del feminismo islámico existe una gran conciencia de esta diversidad como algo positivo, en confrontación tanto con el imperialismo cultural occidental como con el panarabismo promovido desde Arabia. Así, una activista de Indonesia, Lily Zakiyah Munir, puede rechazar toda vinculación del feminismo islámico que ella defiende con el feminismo árabe, afirmando que su feminismo se enraíza tanto en el islam como en la tradición de la isla de Java.
¿Podrías comentar las diferencias entre los diferentes tipos de feminismos dentro del mundo musulmán?
A nivel ideológico, suelen diferenciarse tres corrientes principales. Por un lado, nos encontramos con un feminismo de corte occidentalizante, que piensa que no existe posibilidad de igualdad de género dentro del islam, y que este debe combatirse. Este feminismo es un subproducto del colonialismo. Frente a él se alza el feminismo árabe, que reivindica la liberación de la mujer desde un paradigma cultural árabe-musulmán. El feminismo árabe es culturalmente musulmán, pero denuncia al islam como una religión patriarcal que ha perjudicado históricamente a las mujeres. La diferencia entre el feminismo árabe y el laicista de estilo occidental estriba en que el feminismo árabe reconoce en el islam un legado propio y diferenciador, del cual se pueden sacar aspectos positivos. Sin embargo, ambos denuncian al islam como religión patriarcal.
La tercera corriente es la del feminismo islámico, que reivindica la posibilidad de alcanzar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el marco del islam. Se trata de creyentes que rechazan el machismo imperante en la mayoría de las sociedades musulmanas. Este movimiento considera que se ha producido una degradación de la tradición islámica y una tergiversación de los textos sagrados. Es un movimiento espiritual, en un sentido muy profundo. Así, Amina Wadud insiste en que su feminismo es un resultado de su fe, que siempre se considerará creyente antes que feminista. Me siento plenamente identificado con este planteamiento: si me considero feminista es precisamente por el hecho de que soy musulmán, alguien que reconoce su sometimiento al Creador de los cielos y la tierra, y trata de actuar en consecuencia.
¿Hasta que punto estos feminismos están enfrentados? ¿Crees que pueden trabajar de manera conjunta?
No me cabe la menor duda: no solo pueden sino que deben trabajar conjuntamente. Pero para ello será necesario que las feministas culturalmente musulmanas revisen su concepción del islam como religión patriarcal, y las feministas anti-religiosas revisen su postura beligerante contra el hecho religioso. Es decir: que acepten con naturalidad la presencia de millones de seres humanos que quieren vivir la dimensión espiritual de su existencia, sin por ello tener que aceptar discriminación alguna. Por lo demás, desde el feminismo islámico no hay dificultades para colaborar con feministas árabes laicas o secularistas, como no lo hay en colaborar con feministas cristianas, budistas o judías. Debemos ser conscientes de que nos situamos en el tiempo de la globalización, que nos exige respuestas globales, desde el pleno respecto hacia las diferencias. Es necesario superar todo sectarismo.
¿Cuales son los mayores retos del feminismo islámico y por qué es importante llevar a cabo esta labor de reivindicación de los derechos de las mujeres musulmanas dentro del Islam?
Habría que diferenciar varios niveles. Por un lado, los retos concretos: proyectos sociales que tiendan a mejorar la vida de las mujeres, exigir a los estados que respeten los convenios internacionales que se refieren a los derechos de las mujeres, la lucha por la abolición o la reforma de las leyes discriminatorias, campañas contra los malos tratos y los crímenes de honor, por el acceso a la educación como un derecho de las mujeres musulmanas… Es necesario avanzar en la consolidación del feminismo islámico como un movimiento transnacional, una corriente legítima dentro del islam, creando redes transnacionales que compartan información y estrategias de combate. Es necesario propiciar espacios de encuentro entre intelectuales y activistas, para elaborar un proyecto sólido de emancipación. Debe estar claro que únicamente los movimientos locales tienen el poder de cambiar las cosas: ellos saben cuales son sus necesidades y sus posibilidades. Por otro lado, existe un objetivo general a largo plazo, que no es otro que el propio de cualquier feminismo: la abolición del patriarcado. En este punto debe quedar claro que el feminismo islámico no implica una reducción de las reivindicaciones feministas en su sentido más universal. El islam no es una religión patriarcal, y no podemos aceptar que el patriarcado siga rigiendo las relaciones sociales en el marco del islam.
El Congreso está centrado en el tema de la Sharia y los códigos de familia. ¿Puedes explicarnos el porque de esta elección?
El motivo es obvio: si hablamos de la lucha de las mujeres musulmanas contra la discriminación por razón de sexo, debemos analizar el contenido de estos códigos de familia, que en muchos aspectos son fuertemente discriminatorios. Hay que hablar del divorcio, de la poligamia, del aborto, de la segregación de los sexos, de la tutela del hombre sobre la mujer… de todos aquellos temas en los cuales las enseñanzas genuinas del islam son distorsionadas. Todo esto implica ser críticos con respecto a nuestra tradición jurídica, y reconocer que las grandes escuelas de jurisprudencia islámica fueron codificadas bajo los parámetros del patriarcado. No se trata de desechar el fiqh clásico, sino de realizar una aproximación crítica, que nos permita preservar lo más valioso de este legado inmenso. Esta revisión es hoy imprescindible. No podemos olvidar que existen movimientos políticos que reclaman la aplicación de la ley islámica tal y como fue codificada hace diez siglos, en un contexto totalmente diferente al nuestro, lo cual acaba significando una disminución de los derechos de las mujeres musulmanas.
Entonces, ¿está el feminismo islámico en contra de la Sharia?
En absoluto. Esta idea solo puede venir de alguien que desconoce las propuestas del feminismo islámico. La insistencia en combatir las injusticias que se cometen en nombre de la Sharia no es combatir la Sharia: es combatir las injusticias. Además, la Sharia no son solo leyes punitivas, como piensan los ignorantes, sino también hacer las oraciones y ayunar: ¿cómo va a estar ningún musulmán en contra de la Sharia? En realidad, los grandes enemigos de la Sharia son aquellos que pretenden aplicar unas leyes discriminatorias. Y no hablo de abstracciones, sino de la cruda realidad. Durante el congreso, Shaheen Sardar Ali nos hablará de las leyes houdud en Pakistán, donde se exige que la mujer que denuncie una violación tenga cuatro testigos varones que corroboren los hechos. De lo contrario, puede ser acusada de zina, adulterio, e incluso castigada por denunciar una violación que no puede probar. En estas circunstancias, la mayoría de las violaciones no son denunciadas, lo cual incentiva a los violadores, sabedores de que quedarán impunes. Y todo esto a causa de la fuerte presión de los partidos islamistas por mantener esta ley terrible, que nada tiene que ver con el islam, pero que es presentada como parte de la Sharia. Son estos grupos islamistas los que están creando entre los propios musulmanes un fuerte rechazo hacia la Sharia. Frente a esta realidad, el feminismo islámico puede verse como una defensa de la Sharia en la modernidad, a partir de una lectura igualitaria del Corán. Un buen ejemplo de esta actitud es el de Ayesha Imam, quien después de su combate contra las sentencias de lapidación y otras penas impuestas por los tribunales de la Sharia en Nigeria, ha defendido públicamente el derecho de los musulmanes nigerianos a regirse por la Sharia.
¿De qué manera pueden contribuir los hombres a mejorar la situación de discriminación en la que se encuentran muchas mujeres musulmanas?
No aceptando las discriminaciones que se cometen en nombre del islam, denunciándolas sin miedo. Debemos rechazar la idea de que el islam ha asignado roles diferenciados e inamovibles a la mujer y al hombre, recuperar el Mensaje del Corán como expresión de un orden basado en la igualdad ontológica entre hombres y mujeres. Hay que reconocer a la mujer musulmana su condición de califa de la Creación, encargada del cuidado del mundo, capaz de desempeñar todos los papeles. Uno de los puntos clave es la revisión de los patrones árabes de masculinidad, que no tienen nada que ver con el ejemplo del Profeta, que la paz sea con él. Debemos reconocer nuestra feminidad, el hecho de que lo masculino y lo femenino forman parte de nosotros, como cualidades que deben estar en equilibrio. En un sentido más concreto, promocionando a las mujeres a cargos de responsabilidad, no acudiendo a reuniones en las cuales las mujeres sean rechazadas o segregadas, exigiendo en nuestras mezquitas el acceso de la mujer en igualdad de condiciones… el feminismo afecta a nuestra actitud general ante la vida. Desde un punto de vista islámico, esta claro que la lucha contra la discriminación debe involucrar por igual a hombres y mujeres.
Pregunta: Dices que “debemos rechazar la idea de que el islam ha asignado roles diferenciados a la mujer y al hombre”, pero ¿no es la propia biología la que define esos roles diferenciados?
Por supuesto, la maternidad y la paternidad son diferentes y afectan de forma muy concreta a la vida de hombres y mujeres, alhamdulil-lâh. Pero no me refiero a lo que es obvio. El problema se produce cuando de las diferencias biológicas algunos derivan todo un sistema de pensamiento según el cual el hombre debe ocupar los puestos sociales de dominio, y la mujer se ve relegada al ámbito doméstico. El paso siguiente es decretar la segregación total entre los sexos, de modo que la presencia de la mujer en la sociedad se hace invisible. Ya en el siglo XII Averroes predijo que el apartamiento de las mujeres de la vida productiva significaría la ruina de las ciudades musulmanas: no se puede mantener a la mitad de la población en la pasividad. Esto no tiene una justificación ni en el Corán ni en la Sunna de nuestro amado profeta, quien se casó con una mujer extraordinaria, Jadiya, quien no solo era una destacada comercianta, sino también su jefa durante muchos años. El profeta limpiaba su casa y cocinaba. Sus mujeres no eran sus criadas, sino sus compañeras en una aventura espiritual comunitaria. Por supuesto, tampoco hay nada de malo en que una mujer se dedique a las tareas del hogar, si esto es lo que quiere. La cuestión es que a partir de las diferencias biológicas no podemos negar a las mujeres el derecho a ser jueces, ulemas o presidentas de gobierno, a ocupar cualquier cargo para el cual estén dotadas según su talento natural. La igualdad ontológica entre hombres y mujeres se sitúa por encima de cualquier diferencia biológica.
Los críticos afirman que el feminismo islámico es algo muy minoritario, restringido a círculos académicos. ¿Qué puedes decirnos de esto, cuales son las expectativas?
Debemos visualizar el feminismo islámico como un movimiento transnacional que se abre paso en todos los rincones de la ummah. Existen importantes movimientos de mujeres en todos los países musulmanes. La lista de organizaciones y sus objetivos es impresionante. Hablamos de grupos contra la ablación, contra los crímenes de honor, contra los matrimonios forzados, contra los códigos de familia sexistas. Hablamos de activistas que están realizando campañas importantes de alfabetización, de ayuda a las mujeres. Algunas de estas activistas se reconocen como feministas y otras no, pero su lucha coincide en muchos puntos con los propósitos del feminismo islámico. Desde mi punto de vista, es necesario hacer llegar a estos movimientos el discurso de pensadoras como Asma Barlas, Lily Zakiyah Munir, Ziba Mir Hosseini, Amira Sonbol o Shaheen Sardar Ali… y tantas otras. Este discurso está sólidamente enraizado en el islam, y ofrece todas las claves para contestar a las pretensiones de ortodoxia de los ulemas reaccionarios. En el momento en que sea divulgado, estoy seguro de que será percibido como algo necesario. Hay mucho por hacer, pero mi confianza en las posibilidades del feminismo islámico es enorme. Se trata de un movimiento que puede gozar de gran predicación entre los jóvenes musulmanes de todo el mundo, calar en unas comunidades que están hartas del fundamentalismo, un discurso que no responde a sus expectativas vitales y espirituales. Estoy convencido de que las estructuras mentales y jurídicas que pretenden justificar la segregación están condenadas a desaparecer, y que esta desaparición nos abrirá inmensas posibilidades de futuro.
(El Segundo Congreso Internacional de Feminismo Islámico tendrá lugar los días 3, 4 y 5 de noviembre de 2006 en Barcelona, en el Hotel Alimara. Más información, inscripciones y programa: www.feminismoislamico.org).
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