Todas las islas la isla

“En el paraíso he apuntado a una isla
idéntica a ti y a una casa en el mar”.

Odysseas Elytis

“Ningún hombre es una isla”.
John Donne


Ningún hombre es una isla, que se sepa. Todo está conectado, que se sepa. Todas las madres son la madre, todas las islas son la isla.

En esta tierra, en el umbral, a modo de interregno o espacio dado a la más oscura molécula resuena la nada que nos mide y nos congrega. En esta misma oscuridad visible, entre las líneas de una mano grande, más grande que el deseo, que se sepa encontrar la primigenia.

Todo es cuestión de tiempo, que se eleva, la medida inspirada en su corona, en la imagen impresa, en la impresión que cede y se concede. Todo es cuestión de imágenes-destino, de ángeles-barquero y en la orilla de la columna vertebral se eleva la misma podredumbre transmutada. Todo es cuestión, todo es pregunta, todo se conjuga y nos inquiere, demanda una respuesta, que al darse al corazón se eleva.

Reconocer la isla que contienes, volviendo a recorrer lo consanguíneo, la misma cualidad salina en todo lo visible, el reino de los peces dándose al secreto, las algas en la mano más grande que la noche. Todos el mismo frío, el mismo anhelo. Si supiese, si pudiese arrancar, abrir mi pecho, si conociese al otro en su morada, si se rompiese el molde y lo sabido sufriese su infinito.

Si conversase, tranquilamente, con las presencias de la noche, con una oscura mano en la muralla, si rompiese los límites y el ángel trajese la pregunta, si pudiese. Si al elevarse diera la isla a su ventura, su desventura acaso, si en la mano un estremecimiento de algas, de peces, de destino.

Las ruedas, los escombros, la lucha de repente, la infinita manera de arder, lo consanguíneo, lo consabido en esta isla acaso. Manera de estar en el centro, en este reino indivisible. La mano y la corona, los peces y las penas, la más acústica víscera increada, la más rotunda voz o escombro de este día. Legítima extrañeza, vocálica medida sin medida, la mano que en la luz se ha suicidado, con panes y con peces, con música y con ángeles-susurro, con una sola imagen por fin ilimitada, con una voz visible, con algas en la mano.

La más rotunda voz y una aureola, en esta isla nadie parecía, nace a lo semejante ahora rompiendo la tiniebla. Cipreses, abedules, amante la mirada recorre cuanto ama, reconoce el traspiés de su llegada, reconoce el porque de la muralla. Una aureola, amante por siempre congregada, en una isla acaso que es centro de otra tierra, el mismo centro acaso de todo lo visible.

Ningún hombre es una isla, dice el poeta y danza su corazón abierto, su víscera estrellada, su sangre se evapora. Nada lo mide, nada lo condena, el mismo impulso acaso liberado en cada corazón se orienta hacia el Amado. Su rostro en la isla, la isla que orienta hacia otro, el otro es el mismo, la misma certeza recorre los mundos y posa su mano en mi pecho.

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One Response to Todas las islas la isla

  1. Horacio Teodoro Parenti dice:

    Pero esto es prosa poetica y no poesia…

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