Sobre «La España convertida al islam»

Acaba de publicarse el libro “La España convertida al Islam”, en el que Rosa María Rodríguez Magda aborda el tema de los conversos españoles al islam. Rosa María es conocida por sus estudios sobre el feminismo y la postmodernidad. Es directora de la revista ‘Debats’, que edita la Institució Alfons el Magnànim de Valencia, y consejera del Consejo Valenciano de Cultura, cargo al que accedió a propuesta del Partido Popular.

Aunque la autora afirma que su intención es contribuir al debate en torno al lugar que debe ocupar el islam en la España del siglo XXI, el libro resulta muy ofensivo hacia el entorno de Webislam y Junta Islámica. Los “conversos” somos calificados de “lobos disfrazados de corderos, caballos de Troya acogidos por los tontos útiles en el parque temático ideológico del multiculturalismo” (p.161). Somos presentados como quintacolumnistas del fundamentalismo islámico en su intento de recuperar al-Andalus. Cualquier lector que conozca la trayectoria de Webislam y Junta Islámica se estará preguntando como logra la autora justificar semejante despropósito. La respuesta es simple: atribuyéndonos posturas contrarias a las que hemos sostenido, omitiendo nuestros posicionamientos y tergiversando otros. Nada nuevo bajo el sol de lo mismo: se trata de la estrategia habitual de la derecha. El contenido del libro es tan grave que he creído merecía este comentario extenso.

Como omisiones: no se da cabida a los posicionamientos más característicos de la Junta Islámica: a favor de la democracia, del laicismo, de la libertad religiosa y de conciencia, contra la lapidación, contra el delito de apostasía, contra la ablación, contra los malos tratos… En todos estos campos hemos realizado acciones concretas, clarificadoras sobre lo que la Junta Islámica representa en el panorama del islam europeo y latinoamericano. Estas omisiones tienen un sentido muy preciso. En el capítulo dedicado al comunitarismo, la autora arremete contra lo que considera la “estructura argumentativa falaz que hemos observado en los conversos” (p.119), según la cual reivindicamos las libertades inherentes a la democracia para reclamar un “estatuto diferencial” (cosa que nosotros nunca hemos hecho) que introduce elementos contrarios a los valores democráticos. Para justificar esta acusación, realiza la siguiente ecuación: “Libertad religiosa: se reclama el ejercicio cultural de una religión, pero esta religión anula la libertad religiosa, pues condena como apóstata a quien no la acepta, impidiendo su abandono incluso bajo pena de muerte” (p.120).

Desde el momento en que se sabe que nosotros hemos denunciado de forma contundente y reiterada la existencia de un delito de apostasía en algunos países musulmanes, y hemos mostrado que esto es algo contrario a las enseñanzas del islam, expresadas en el Qur’án y en la Sunna, todo el argumento queda desmontado. En este caso, mejor omitir nuestro posicionamiento, y acusarnos en base a lo que postulan algunos musulmanes contra los cuales nosotros nos posicionamos. Lo mismo sucede con todos y cada uno de los argumentos propuestos por la autora para denigrar el multiculturalismo. Desde Junta Islámica nos hemos posicionado contra la creación de guetos, a favor de la libertad de conciencia, contra toda forma de cerrazón identitaria, por el encuentro entre las religiones y las culturas, sin trazar ninguna jerarquía en función de la religión o de la raza, a favor del pluralismo de interpretaciones dentro del islam, a favor de la igualdad de género… Siguiendo en todo ello el Mensaje del Qur’án y el ejemplo de Muhámmad (saws). No creo que haya nada falaz en todo esto, sino una apuesta decidida y firme por un islam democrático en España.

Pero la omisión mayor es sin duda que la autora olvidó reseñar la fatwa contra el terrorismo firmada por Mansur Escudero como Secretario de la Comisión Islámica de España, y en la que se declaraba que cualquiera que cometiese un acto terrorista se situaba fuera del islam. La fatwa es mencionada (p.40), en el contexto del cambio de dirección en la FEERI, pero sin dedicar ni una sola línea a su contenido. Recordemos que la fatwa dio la vuelta al mundo y fue reseñada en toda la prensa internacional (menos la española, claro). Supongo que la omisión tiene su sentido, ya que al incluirla se desmoronaría todo su discurso. En este punto me pregunto: ¿Cuál es la justificación de esta omisión? ¿Acaso no lo consideró relevante a la hora de exponer sus conclusiones, según las cuales los conversos somos filo-terroristas?

Las tergiversaciones son muchas, y aquí solo mencionaremos unas pocas: tratar de vincular la referencia a al-Andalus a las declaraciones de Bin Laden sobre la reconquista de esta “tierra musulmana”. Esta vinculación está fuera de lugar, ya que en la propia fatwa contra el terrorismo se arremete contra las declaraciones de Bin Laden sobre al-Andalus, y en la propuesta ecuménica de Junta islámica para la mezquita de Córdoba se hace un posicionamiento explícito contra toda forma de revanchismo histórico, se apuesta por mirar hacia el futuro y construir un futuro de entendimiento, aquí y ahora. Hemos luchado y lucharemos por un islam autóctono, libre de dependencias extranjeras, y en ese sentido la referencia a al-Andalus actúa no como una forma de penetración del mundo árabe, sino todo lo contrario. Esto es justo lo que se dice en la fatwa contra el terrorismo:

“…declaramos que las pretendidas reivindicaciones políticas de Osama ben Laden y su organización sobre la recuperación de Al Andalus hechas públicas, y por tanto notorias y conocidas por todos, contradicen totalmente la voluntad divina, que se ha expresado claramente a través de la historia…”

“En referencia al incumplimiento de las Capitulaciones de Santa Fe firmadas por los Reyes Católicos y el Rey del Reino Islámico de Granada, declaramos que con la firma de los Acuerdos de Cooperación de 1992 entre el Estado español y los representantes legales de los musulmanes españoles, a saber la Comisión Islámica de España, se da por concluida toda reivindicación de tipo legal o político, en tanto que el Acuerdo reconoce en su preámbulo que el «Islam forma parte de la identidad de España». Este reconocimiento, junto con lo estipulado en los Acuerdos, zanja definitivamente la cuestión, desde el punto de vista jurídico o político.”

“El Acuerdo de Cooperación de 1992 es el nuevo marco que nos hemos dado el Estado español y los musulmanes españoles para relacionarnos entre nosotros. El Acuerdo representa la voluntad explícita de los musulmanes españoles y nadie ajeno a esta comunidad, llámese Bin Laden o llámese Al Qaida o cualquier otro, tiene derecho a inmiscuirse en los asuntos propios de nuestra comunidad islámica.”

Aparte de la retórica (“corresponde al juzgado de Dios…”), esta clara la postura de Junta Islámica, de rechazo de las pretensiones de “recuperación de al-Andalus” por parte de unos árabes a los cuales al-Andalus nunca perteneció y que no tienen ninguna relación con los musulmanes que vivimos en España, y remitirnos al marco jurídico existente. La insistencia en las tesis de Olagüe tiene que ver con esto: “los árabes no invadieron España” quiere decir que nuestro islam no será dominado por Arabia ni Marruecos. ¿Es eso actuar como un Caballo de Troya, como quintacolumnistas de no sé que potencias extranjeras?

Otra tergiversación: atacar la propuesta de Mansur Escudero sobre la poligamia sin ni siquiera mencionar sus argumentos, ni decir que fue realizada en el contexto del apoyo a la ley que regula los matrimonios homosexuales, hablando del sentido restrictivo de la poligamia en el islam, y de las situaciones de indefensión jurídica de las mujeres que viven en uniones polígamas en España (y en este caso hay que hablar tanto de musulmanas como de no musulmanas). Al margen de si la propuesta es oportuna o no, es penoso ver reducida una carrera de 30 años de trabajo por la integración del islam como una opción espiritual en el espacio laico a un tema secundario como éste. Mansur es un líder reconocido internacionalmente, con una trayectoria única en el panorama del islam europeo, y una referencia en toda Latinoamérica. Sin duda habría muchas más cosas que decir de Mansur Escudero, que hubiesen sido del interés de los lectores.

Otra tergiversación (en este caso una malicia): la autora afirma que nos posicionamos contra los malos tratos en el caso del imam de Fuengirola solo por interés político, negando cualquier buena intención al combate realizado por Junta Islámica contra la violencia de género. Es curioso que la autora se ponga del lado del imam de Fuengirola, en contra de lo que dictaminara el juez en su momento, en contra de nuestro testimonio, y en contra de lo que postulan todos los movimientos feministas y progresistas dentro del islam. Según la autora, el estudio sobre el término daraba de Abdelmumin Aya, está “en franca contradicción con lo que un árabe entiende por dicho verbo desde los tiempos del profeta a la actualidad” (p.90). Lo cual es totalmente falso. Según el Lisan al-Arab de Raghib, libro considerado casi canónico sobre la lengua árabe, el verbo daraba puede tener el significado metafórico de “tener relaciones sexuales”. Raghib da como ejemplo de este sentido sexual precisamente la aleya 34 de la surat an-Nisa, justo esa que la autora dice que significará pegar ‘por los siglos de los siglos’. Esta es solo una cita entre muchas: en la aleya en cuestión el verbo daraba no significa pegar, y quien dice lo contrario engaña, y si engaña es porque tiene interés en ello. Rosa María Rodríguez Magda conoce perfectamente las pruebas concluyentes que hemos dado sobre el tema. Si aún así prefiere alinearse con los fundamentalistas y afirmar que el Qur’án permite pegar a la mujer, sus motivos tendrá.

Otra tergiversación: cuando se habla del tema de las caricaturas del profeta, la autora arremete de forma generalizada contra la actitud de los conversos, olvidando que en todo momento hemos defendido la libertad de expresión (que está en la base de nuestro trabajo en Webislam), y que yo mismo publiqué un artículo en El Periódico de Cataluña, que empezaba con la frase: “Escribo para expresar mi solidaridad con la prensa europea, ante los ataques recibidos por parte de grupos islamistas.” Realmente, si cualquiera se entretiene en buscar tan sólo las cosas polémicas o dudosas que hemos dicho o se han publicado en Webislam, seguro que encontrará material de sobras para hacer una crítica aún más demoledora. Pero en ningún caso el resultado de este libro puede considerarse una aproximación mínimamente objetiva al objeto de su estudio.

Sobre el tema del feminismo islámico, la tergiversación realizada por la autora me afecta de pleno, pues me son atribuidas unas tesis que claramente he rechazado. Por lo que a mi respecta el feminismo es la lucha contra el patriarcado, y no admito que el adjetivo islámico implique una reducción de las reivindicaciones feministas en su sentido más universal. No se trata de algo diferente, sino de contextualizar la lucha por la igualdad de derechos, para poder rebatir los argumentos que se esgrimen contra las mujeres desde un paradigma religioso. No se trata en absoluto de un feminismo opuesto a cualquier otro feminismo, sino de una herramienta más en la lucha global de las mujeres. Si alguien pretende justificar la opresión en nombre del islam, creo que es útil atacar sus argumentos desde dentro, desarticulando toda desigualdad en base a las enseñanzas del islam.

En consecuencia, estoy de acuerdo con lo que escribe en la página 113-114: “El problema comienza… cuando derivamos del Qur’án una forma diferente de ‘dignidad de la mujer’ que denominamos emancipación o feminismo aunque no cumple los requisitos igualitarios de éstos…”. Así pues, es falso cuando afirma que “ésta parece ser la opción de los conversos españoles…”. Más bien: esta es justo la opción que a la hora de plantear el Congreso Internacional de Feminismo Islámico hemos rechazado. La tergiversación queda clara cuando cita un texto de Shirín Ebadi (p.90), traducido por mí al castellano y aparecido tanto en el artículo que publiqué en El País como en mi ponencia marco del Congreso. Lógicamente, Rosa María ha olvidado citar la fuente (y digo lógicamente, pues de otro modo se vería que esta tesis está contenida en mi propio escrito, cuando ella cita el texto de Shirín Ebadi contraponiéndolo a “lo que dice que yo digo”). Pero lo que he dicho es esto:

“En este caso, la clave está en comprender que el adjetivo islámico no implica una reducción de la exigencia básica de la igualdad de género, en su sentido más universal. En palabras de la Premio Nobel de la Paz Shirín Ebadi: “Si el feminismo islámico significa que una mujer musulmana puede también ser una feminista y que feminismo e islam no son incompatibles, estaría de acuerdo con ello. Pero si significa que el feminismo en las sociedades musulmanas es algo peculiar y totalmente diferente al feminismo de otras sociedades por el hecho de que tiene que ser siempre islámico, entonces no estoy de acuerdo con semejante concepto.”

Según estas palabras de Shirín Ebadi, hay dos maneras de entender el término “feminismo islámico”. Primero: feminismo… pero con las restricciones que (se supone) impone el islam. Es decir: un (supuesto) feminismo donde el adjetivo islámico implica una reducción de los objetivos básicos del feminismo: el fin de toda discriminación por razón de sexo, el combate contra el patriarcado. Segundo: feminismo, pero dentro de un marco (de situaciones y de referencias) específico. Desde la comprensión del feminismo como movimiento histórico, es necesario contextualizar la lucha de las mujeres por un trato igualitario. Son muy diferentes el feminismo de una sufragista americana del siglo XIX que el de una mujer americana en el siglo XXI, pero ambos son feminismos. Del mismo modo, no puede ser idéntico el feminismo de una activista musulmana en Nigeria que el de una académica atea y europea.” (Definiendo el Feminismo Islámico)

¿Se puede ser más claro? También llama la atención que la autora vea una confirmación de sus sospechas en una de las conclusiones del Congreso, según la cual es necesario hablar de una “pluralidad de feminismos”… En este punto, la autora debería saber que esta referencia no es una “reivindicación comunitarista mediante la cual los musulmanes conversos pretenden justificar ninguna discriminación”. Se trata más bien de un tópico aceptado por la mayoría de las feministas del mundo, repetido una y otra vez como un leitmotiv en los foros feministas internacionales de los últimos años. Aunque no me extrañaría que en España también en este aspecto estuviésemos en “la edad de las cavernas” (del feminismo, claro).

Ante tamaña tergiversación solo caben dos posibilidades: o que la autora no haya leído ninguno de los textos en los que presentamos nuestra visión del feminismo islámico, o que los haya omitido deliberadamente. En el primer caso, ¿por qué entonces nos ha atribuido unos determinados planteamientos? La respuesta es simple: porque son los únicos que concuerdan con todo aquello que el libro trata de probar: que no hay que fiarse de nosotros, pues somos “lobos disfrazados de corderos”, quintacolumnistas del fundamentalismo islámico… incluso cuando hablamos de feminismo o defendemos los derechos de los homosexuales.

En definitiva, el libro trata de desacreditar los intentos de Junta Islámica para la promoción de un islam democrático e igualitario en España. El porque la autora se tomado tanto interés en destruir la imagen de Webislam y Junta Islámica es asunto suyo. Hay algo que se niega a dar validez a nuestras propuestas, de ahí la insistencia en que somos minoritarios, outsaiders, de que lo nuestro no es el islam “real, auténtico”. ¿Por qué? Porque nuestras propuestas desbaratan una imagen odiosa del islam, que la autora considera como “auténtica”.

Una cosa muy graciosa es la insistencia en que somos anti-occidentales. Y más aún el acabar con una crítica a la multiculturalidad en un libro sobre los conversos. La autora escribe como si nosotros tuviésemos “otra cultura” sobre la que tuviese que dar el nihil obstat, previniendo al lector sobre lo dificultoso de su aceptación… Pero ni yo ni ninguno de los musulmanes españoles le tiene que pedir permiso a ella ni a nadie para practicar su religión o criticar lo que nos parece criticable de nuestras sociedades. Tal vez Rosa María Rodríguez y yo no tengamos la misma cultura. La mía es básicamente la de un catalán del siglo XXI, abierto a toda forma de conocimiento. Fue la profundización en el pensamiento filosófico de la modernidad lo que me llevó al islam. Para mí el islam no es algo contrario a occidente, sino la consecuencia lógica de lo mejor que ha dado occidente hasta el momento. El islam no es una cultura, sino la fuerza que mueve la existencia, el propio motor generador de la cultura. De ahí que haya tantas culturas musulmanas, y que estas sean tan diferentes entre sí.

También llama la atención la visión beatífica que la autora tiene de la modernidad occidental, sobre todo teniendo en cuenta que ha escrito un libro sobre la sexualidad en Foucault. Tal vez no sepa que para Foucault humanismo y terror eran consustanciales, que puso al descubierto los mecanismos de control característicos de la modernidad (el nacimiento de la clínica, la educación disciplinaria y el sistema carcelario), y vio en la revolución islámica de Irán una gran oportunidad de recuperar la dimensión religiosa que le había sido arrebatada a la política. Sin duda tenía sus razones, aunque tampoco va mal desencaminado Agamben cuando dice que el paradigma político de la modernidad occidental es el campo de concentración. En realidad, ninguno de los miembros de Webislam o Junta Islámica rechaza occidente o es anti-occidental. Lo que rechazamos es el terror y los campos de concentración, que no son sino el resultado del colonialismo, del eurocentrismo y del rechazo de la multiculturalidad (de esto saben mucho los judíos). En este punto, me remito de nuevo a Foucault: la Ilustración significó un “doble movimiento de liberación y esclavitud”. De este movimiento nos quedamos con la libertad, pero rechazamos las nuevas esclavitudes generadas por el monoteísmo de mercado.

Particularmente odiosa es la acusación de que los conversos mantenemos posturas “veladamente judeófobicas” (p.160). Esto es una infamia, ante la cual trato de contener la rabia. Desafío a Rosa María Rodríguez a buscar una sola cita de contenido judeófobo en las miles de declaraciones o escritos realizados por el equipo de Junta Islámica (e incluyo a Mansur Escudero, Abdelkarim Carrasco, Mehdi Flores, Isabel Romero, Hashim Ibrahim Cabrera, Yusuf Fernández, Kamila Toby, Abdelhadi Conget o yo mismo). Ya le aviso que no encontrará nada, y eso es normal, ya que desde la óptica del Qur’án odiar al judaísmo es odiar al islam, es rechazar a Al-lâh, quien ha suscitado entre los judíos a muchos de los profetas que los musulmanes veneramos. Los Banu Israel son llamados en el Qur’án ahl al-fadl: la gente de la preferencia de Al-lâh. En Webislam hemos publicado numerosos textos de autores judíos, desde la mística de los hasidín hasta autores más modernos. Personalmente, yo amo al judaísmo, y precisamente por eso rechazo el sionismo.

Al final, el libro está coronado con una gran mentira: la autora afirma que exigimos un estatuto jurídico diferenciado para los musulmanes (¿de donde habrá sacado esto?). Nos acusa de hacer un “doble discurso” (la acusación ya tópica contra Tariq Ramadan), y nos llama “lobos con piel de cordero” y “Caballo de Troya” (expresión ésta que, según ella misma señala, ha sido empleada por Gustavo de Aristegui y Pilar Rahola para referirse a Tariq Ramadan). Afirma que en el fondo no somos “musulmanes moderados”… con lo cual estoy de acuerdo. Este uso de la expresión “musulmanes moderados” es pura islamofobia, tomada de Daniel Pipes cuando trata de separar a aquellos musulmanes que son partidarios del genocidio de los musulmanes del resto de los musulmanes. De hecho, lo mismo que Rosa María Rodríguez ha intentado hacer con su libro con respecto a nosotros (demostrar que somos fundamentalistas camuflados), lo ha intentado Daniel Pipes con respecto al movimiento islámico progresista dentro de los EEUU, con idéntico fracaso. La caza de brujas en el siglo XXI.

Si el libro no es un encargo lo parece, que a efectos prácticos es lo mismo. Está escrito al gusto de la FAES, de los neocons y del Estado de Israel. Produce tristeza ver a una intelectual feminista rebajarse y adaptar su discurso al gusto de la derecha más reaccionaria. Es innegable que el libro se inscribe en una corriente de pensamiento muy determinada, de forma consciente y casi diría que mimética. Y no me refiero necesariamente a la nouvelle gauche francesa. Que la autora se desmarque de Alain de Benoist es comprensible, ya que su antiamericanismo es conocido. Me refiero a ese entramado ideológico que ha sido calificado como “los nuevos reaccionarios” (según la expresión de Daniel Lindenberg: Le Rappel à l’ordre. Enquête sur les nouveaux réactionnaires. Seuil, octobre 2002), retomada por Laurent Joffrin en Le Nouvel Observateur, en relación a la interpretación religiosa (y no social) de las revueltas en los banlieus:

“Son los intelectuales de una nueva derecha que el 11 de septiembre, la expansión del terrorismo, el ascenso del islamismo y la debilidad cultural de la izquierda están fraguando poco a poco. Tras décadas de dominación progresista quieren crear un nuevo código inspirado por el terrorismo, la inseguridad, las violencias urbanas y, sobre todo, el ‘choque de civilizaciones’, diagnosticado por Samuel Huntington. Son los nuevos reaccionarios (…) Cuatro características reúnen a los neorreaccionarios: 1) Para ellos estamos en una guerra que se declaró el 11 de septiembre de 2001. 2) En ella hay una quinta columna que es una extrema izquierda que se ha aliado al islamismo y que es vector de una nueva judeofobia con adornos progresistas. 3) También hay unos tontos útiles, las gentes de una izquierda a la que acusan de ceguera, angelismo e inercia. 4) Ello es manifestación de un síndrome más amplio: el fin del progreso y la disolución de los valores republicanos, occidentales, judeocristianos”.

Caballo de Troya, tontos útiles, crítica del anti-racismo, crítica de la tolerancia hacia el islam, de la multiculturalidad, insinuaciones de una alianza entre la izquierda y el islamismo radical, acusaciones de antisemitismo, los “musulmanes moderados” presentados como “lobos con piel de cordero” encargados de actuar como quinta columna de la infiltración islámica… Todos y cada uno de los tópicos de este nuevo pensamiento reaccionario están presentes en el libro de Rosa María Rodríguez Magda sobre los conversos. La autora trata de meternos a nosotros en el saco, acusándonos poco menos que de filo-terroristas, ocultando nuestras posturas de forma calculada, para recomponer la imagen conveniente a este discurso. Incluso llega a citar las aleyas sobre el yihad, mediante la manipulación habitual de citar solo la mitad de la aleya, tergiversando su sentido. ¡Una y otra vez lo mismo, la misma mentira! En este caso insertada en el discurso que pretende vincular la recuperación de la memoria de al-Andalus al terrorismo. Aquí no puede hablarse de ignorancia, sino de una manipulación consciente destinada tanto a engañar sobre las propuestas reales de Junta Islámica, como a repetir el tópico del islam como religión violenta.

El libro encaja milimétricamente en la definición dada por Lindenberg y Joffrin, y estos “nuevos reaccionarios” no son sino los autores en los cuales Rosa María Rodríguez sustenta su discurso. En todos sus posicionamientos se apoya en Finkielkraut, Alexandre del Valle, Tanguieff, Macé-Scaron… Y los españoles: Jon Juaristi, César Vidal, Gustavo de Aristegui, Serafín Fanjul, Pilar Rahola… Y al final ataca a Zapatero, al PSOE, a Juan José Tamayo, la muticulturalidad, la Alianza de civilizaciones, e incluso llega al extremo de atacar el “antirracismo de la izquierda” como si se tratase de una nueva forma de totalitarismo (esta idea, favorita de Finkielkraut, es una de las cosas más extrañas y retorcidas que he oído en mi vida). Si el anti-racismo es “una forma de totalitarismo”, entonces se comprende que la islamofobia sea un pilar del ideario neoliberal, y que los que combaten la islamofobia sean acusados de filo-islamistas. Por lo menos al citar tan explícitamente a estos autores y estas tesis la autora se ha desenmascarado.

‘La España convertida al islam’ se inscribe de forma abierta en esta línea de pensamiento. De ahí mis sospechas de que se trate de un libro de encargo. En la introducción, la autora agradece a Javier Ruiz Portella (fundador y director de la editorial Altera) por haberla animado a escribir el libro. Ruiz Portella es colaborador de la Fundación FAES de Aznar, y su editorial ha publicado a Pío Mora, Alain de Benoist, el Marqués de Tamaron, y José Javier Esparza, encargado de divulgar las tesis de Finkielkraut en ‘El semana digital’, donde ya se han apresurado a hacer propaganda de su libro. También ha publicado libros ofensivos contra Zapatero, como el ‘Diccionario para entender a Rodríguez, el Progre’. El prólogo es de Jon Juaristi, conocido por su odio radical hacia el islam (todavía recuerdo el escalofrío que me recorrió cuando leí la expresión sobre “lo viscoso de la ummah” en el prólogo a la defensa del racismo que realiza Finkielkraut en ‘En el nombre del otro’). La autora se apoya en Gustavo Aristegui, Serafín Fanjul, César Vidal, a los que alaba. ¿Se puede negar que César Vidal es islamofobo? ¿No odia el islam una persona que titula un libro España frente al islam, de Mahoma a Ben Laden, equiparando al profeta con un terrorista? Hace un par de años este hombre escribió en la web ‘El protestante digital’ que “el Corán ordena a los padres matar a los hijos que no hacen las oraciones”… ¿Puede uno decir lo que le venga en gana, inventarse la barbaridad más grande con tal de demonizar al islam y a los musulmanes? ¿No es esto islamofobia? En ese momento, envié una carta de protesta a la dirección de la web, y hablé con varios dirigentes protestantes. Todos ellos me reconocieron la islamofobia de César Vidal, del cual me hicieron un cuadro muy poco halagador.

A un nivel más personal, tengo la impresión de que la autora odia el islam profundamente, y trata por todos los medios de negar validez a nuestras propuestas, para poder volver a odiar el islam tranquilamente, a través de la figura del “musulmán fanático y machista al que se puede odiar sin tener mala conciencia”. Este es el musulmán-tipo que ellos han creado y consideran como ‘auténtico’. En este punto resulta explícita su afirmación de que prefiere al clásico imam fundamentalista, ya que con él “por lo menos sabemos donde esta el enemigo” (p.161). Es decir: lo que en ningún momento discute es la conveniencia de considerar al islam como enemigo. Y si el enemigo no se comporta como se supone que debería comportarse, habrá que silenciarlo, engañar, ocultar, tergiversar, para que pueda seguir la guerra tal y como estaba planeada.

En definitiva, se trata de lo siguiente: el trabajo de Webislam y Junta Islámica desarticula todo el discurso de la derecha neoliberal sobre el islam, y alguien tiene mucho interés en intentar recomponer los tópicos que hemos destruido. Así pues, ese alguien ha encargado a la autora un libro que distorsione las propuestas de Junta Islámica para hacerlas compatibles con el discurso anti-islámico característico de la nueva derecha europea, los neocons y el sionismo, pasado por el filtro del nacionalcatolicismo. No olvidemos que hace unos años Sharon declaró que los conversos al islam europeos somos una amenaza para el estado de Israel. Y esta es la clave del asunto.

Y mientras tanto, se olvida que los musulmanes en España somos ciudadanos de segunda, que nuestros derechos religiosos no son respetados, que la igualdad jurídica de todos los españoles independientemente de su religión no existe, que España sigue siendo en la práctica un estado confesional católico, que miles de inmigrantes viven en la esclavitud, que continúa en genocidio de los palestinos, que en Europa proliferan los campos de concentración, que el racismo aumenta y envenena nuestras vidas, y tantas otras cosas. Creo que se minimiza la amenaza que la islamofobia implica para las democracias europeas. El problema es que para la autora la islamofobia no es ningún problema, sino una solución. La islamofobia es el fascismo del siglo XXI, y estoy convencido de que este discurso dominante tiene como objeto justificar el futuro genocidio de los musulmanes europeos. Tal y como señala Giorgio Agamben, todos los elementos que provocaron el genocidio de los judíos siguen vivos, tanto a nivel jurídico como ideológico. En este contexto, la campaña contra el anti-racismo me parece una canallada. Me siento como un judío en el Berlín de los años 20, asistiendo impotente a la difusión del discurso preparatorio de la Shoa. No digo que Rosa María Rodríguez Magda sea consciente de esto, ni que esto forme parte de sus intenciones. Lo que digo es que está alimentando el monstruo, que alguien vendrá después de ella y utilizará su discurso para justificar el genocidio. Aunque parezca cursi, en todo esto solo pienso en el futuro de mis hijas.

Al hilo de la creciente influencia de Webislam y Junta Islámica, habrá que prepararse para más ataques de este tipo. En el fondo, creo que del libro salimos ganando. Para los que conozcan algo de nuestra trayectoria muchas de sus críticas tienen que resultar muy poco convincentes.

Pero solo Al-lâh sabe.

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