El Islam y la realidad histórica de España

Desde hace siglos España se debate. ¿Qué es, cuando comenzó, cual es su fundamento? Se ha hablado del problema de España, de la España invertebrada, del caciquismo, de la Leyenda Negra, de las dos Españas, de la España de las tres culturas. Crecemos en la España de la rabia y de la idea, para acabar volviendo siempre a la de rosario y pandereta. Insignes pensadores se han enfrascado en el intento de desentrañar la esencia de España, tema metafísico donde los haya. Hablamos de Unamuno, de Marañón, de Azaña, de Maeztu, de Sánchez-Albornoz, de Américo Castro y de tantos otros.

Nos encontramos en muchos casos con un discurso esencialista, que trata de indagar aquello que es más propio del español, lo que constituye “el alma de España”. En este tipo de elucubraciones se han prodigado pensadores de la talla de Ortega y Gasset, para el cual “la virtud más estupenda y la fuerza histórica más básica del ser español” no era otra que “la de ser valiente ante la vida”. Otros propondrán figuras de leyenda, Santiago Matamoros o el Quijote, imágenes de osados guerreros cuyo arrojo es prueba de su españolidad, el Cid Campeador y Hernán Cortés convertidos en personajes conceptuales, el “caballero cristiano” como quintaesencia de la España eterna. En ningún caso se menciona la humildad.

Otro problema habitual es el del origen: ¿cuándo nace España? Los abanderados del discurso esencialista se las ven y se las traen para buscar un origen a este entramado de pueblos que es España. Afirmar que el hombre de Atapuerca era español parece exagerado, pero decir que España se inicia con los Reyes Católicos parece reductivo. Por otra parte, hablar de la existencia de España en relación a los íberos o a los godos, obliga a tomar en consideración al Islam como central en la historia de España, cosa que los defensores del “alma española” no están dispuestos a hacer bajo ningún prisma. Así, algunos se las han ingeniado para hablar de la “existencia intermitente” de España, que sería una realidad en la época romana, pero que se retiraría a los montes asturianos en la época en que el Islam era la religión mayoritaria de los españoles. Esta teoría, por simiesca que sea, es sostenida por profesores universitarios, incluso parece del agrado de un grupo parlamentario de cuyo nombre no quiero acordarme.

En todo caso, la percepción mayoritaria entre los pensadores arriba mencionados es que España es diferente, lo cual (como toda idea brillante) ha llegado a ser un slogan publicitario. Se nos dice que su cultura, su historia y su indiosincracia la diferenciarían cualitativamente del resto de Europa. Hay algo que es característico de España, y que hace difícil que podamos trazar un paralelismo con otros movimientos europeos. De ahí los cansinos debates sobre si España tuvo o no una Edad Media y un Renacimiento, o las dudas sobre la capacidad del catolicismo español de asimilar el salto hacia adelante que supuso el Concilio Vaticano II.  

A principios del siglo XXI, y en el contexto del estado de las Autonomías, no es extraño que asistamos a un resurgir de este debate. Tras los años de la dictadura, se vio como el ideario nacional-católico hacía aguas, y se sintió una urgencia de recuperar un discurso pluralista como fundamento de la España democrática. A la recuperación de la libertad religiosa corresponde la recuperación de la memoria histórica de las diferentes nacionalidades, un proceso de apertura y de superación del pensamiento único, en el cual la referencia a al-Andalus parece ineludible. 

En este momento se hace evidente que si hay un diferencial con respecto a otros países europeos es el hecho de que el Islam ha sido la religión mayoritaria en España durante varios siglos. Si España es diferente (para bien y para mal) lo es a causa de la herencia que dejó la civilización musulmana en estas tierras, y de la reacción anti-islámica y anti-semita de los gobernantes posteriores, con la represión y la expulsión de judíos y de musulmanes, las quemas de bibliotecas y la destrucción de sinagogas y mezquitas, con todo lo que eso significó de ruptura con el propio pasado, de desarraigo para una parte importante de los españoles.

Desvincular el Islam de la historia de España es como tratar de separar el pan del trigo o el mar de la marea. La historia de un país está llena de transformaciones y de enfrentamientos, del ir y el venir de ideas, de esperanzas, de creencias. Escoger como “lo propio” solo aquello que nos interesa y desechar lo que no nos gusta conduce a una negación patológica de lo evidente. Hay que reconocer que el Islam ha estado siempre presente entre nosotros. Reivindicar esta herencia implica oponerse a un concepto mísero de España, reducido a una esencia única e inalterable.

La influencia del Islam en la cultura española es notoria en todos los terrenos: política, arte, literatura, mística, filosofía, ciencia, agricultura, artesanía, gastronomía, música y folclore. Basta investigar un poco en cualquier dirección para encontrarnos huellas de la presencia del Islam. No olvidemos que el actual mapa de las autonomías tiene su origen en el de los reinos de taifas, y que Madrid fue fundada por los musulmanes. Son muchos los historiadores que postulan el origen árabe de Juan Carlos I, y otros aseguran que el himno español (la marcha granadera) tiene su origen en una nuba de ibn Bayya. Incluso el arquetipo del “caballero cristiano”, guerrero místico en constante combate por la fe, tiene su origen en las órdenes sufíes de caballería.

Yo no sé que es “lo español”, ni creo que un país pueda tener alma. En todo caso, creo que la presencia actual del Islam nos exhorta al reconocimiento de la realidad histórica de España, como lugar de cruce de culturas, de lenguas, de religiones y de nacionalidades. Si estas han estado durante mucho tiempo enfrentadas entre sí, reconocer esta realidad plural es el mejor modo de acabar con los enfrentamientos. En este sentido, el desarrollo de la libertad religiosa es un modo privilegiado de contribuir al desarrollo del estado de las Autonomías, de situar la España “metafísica e imperial” en el museo de nuestras vanidades.

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3 Responses to El Islam y la realidad histórica de España

  1. […] El Islam y la realidad histórica de España […]

  2. Hend dice:

    Me gusta mucho este articulo.

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