Mortal de necesidad, el emboscado hiere sus pasos y avanza sin camino, hasta un claro en el bosque, hacia un lugar inaccesible. Ese lugar —llegado sin camino— le estaba reservado, es un recóndito paraje jamás hollado por el hombre.
En ese lugar no puede ver su límite, solo dar la señal, dejar aparecer los márgenes, exponerse a la mirada de las bestias. Exponerse a la ofensa, a ser derrotado. Querer ser derrotado, batirse en retirada, a un repliegue esencial de la palabra.
Caminos al bosque, lugar sombrío, abierto a lo que sea, cerrado a lo sabido. Sin límites, sin verbo ni doctrina, guiado por la fuerza que acontece, por el puro estallar de la materia en formas y animales. El reino vegetal, el animal, el reino de la luz, el reino de la pura transparencia. Son nubes en el cielo, árboles que se mecen, la sangre por tu cuello.
Toda una fauna expresa lo viviente. Toda una fauna, un límite o fricción que te estremece. Los dientes como un gato en medio de la noche, los pies como una araña. Ojos brillantes nos escrutan, son los ojos de la animalidad más transparente. El animal no muere, queda expectante desde la madriguera. Brillo animal de la palabra, potencia agazapada.
Es la muerte del otro, la muerte era lo otro, el saber que confiesa sus culpas y se entrega. Rondando una tiniebla libre y fiera. El saber geológico perfora la tiniebla, pregunta lo indecible, que no tiene respuesta.
Relación impensada, la muerte y el lenguaje. La voz de una recóndita manera, a la manera de los antiguos, de un modo transparente, sin dobleces, un repliegue esencial de la palabra.
Un modo de entrar del lenguaje en lo otro, de romper con el límite sabido, de proponer murallas en lo oscuro. Solo una mano palpa la muralla, la mano blanca del suicida. La fuerza de lo negativo, potencia sinuosa.
Resistencia y entrega de lo mortal a la muerte: toda respiración propone un reino.
La experiencia del bosque, la elección de tu límite fuera de los límites, en un espacio vivo, caótico y sombrío. La nuda vida, desnuda de cultura. Afirmarse en lo eterno negativo. Orientar tu deseo hacia la piedra negra, al corazón de la materia. Orientarse a la ausencia de objetivos, al ser ahí de la potencia. Hacer de las pulsiones un magma indescifrable, hacer de los sentidos un círculo de fuego.
Romper la línea que unía la cosa a la avaricia, las manos a la mesa. Tocar las cosas más allá de ellas mismas, la luz que está en su seno. Abrirse a la potencia ilimitada, a la capacidad de transformarse de lo ente. Entonar el adiós a todo eso, a todo lo que es fuerza sin memoria, potencia sin vacío, deseo sin recuerdo de lo uno. Entonar el adiós, el cántico estremece las piedras y retorna a su morada.
El modo decisivo de estar y penetrar lo oscuro, siempre en lo otro, siempre a la deriva. Amanecer en cada despedida. Hablar y morir, vivir y dar la mano. Acercarse a la fuente impensada, a los lamentos de la piedra, al crepitar de la madera.
Lenguaje instalado en el centro, en la estancia intocada de lo mismo, de lo que se repite eternamente. De lo indistinto ahora que has negado tu esencia separada. Callar y vivir, morir y dar la lengua. Biología del lenguaje, pliegue y repliegue de la palabra abrasadora.
Biología del lenguaje, genealogía de los cuerpos, se reconstruye el mundo desde cero. El bosque crece como un espacio abierto para el emboscado. Cada paso adelante es un sendero en el bosque, proceso de vida donde el sol no penetra. Cada palabra acota, define y multiplica. Cada palabra tala un árbol y crea un claro, una claridad inaccesible.
Todo lo que no es uno es muerte, todo lo otro es sombra de lo uno. No hay otro, no hay testigo, no hay testimonio de este estar fugado, entre los árboles de fuego.
La semejanza se abre en la respiración, el reino de este día. Toda respiración en toda semejanza, toda impresión en toda compañía. Si ya no hay otro, ¿dónde está lo uno?
La voz es un decir sin contenido, sin intención ni voto. No participa de la fiesta oficial, no enloquece. Hace su fiesta separada, en un claro en el bosque, rodeado de ardillas, de fieras y alimañas.
Sonido esencial de la materia, canto del animal o canto de la piedra. No se deja gastar, se abisma y enloquece. Enunciados que enfrentan sus velos, se van al fondo y hunden sus raíces en un repliegue esencial de la palabra. Lugar sin fundamento, ahora compartido. Lugar sin lugar, tiniebla y utopía. Lugar sin lugar, mi límite increado.
Toda repetición es una ofensa. Amanece en el bosque húmedo de pureza. Un grito de silencio, recobrar la medida de nuestro nacimiento. Acto de adoración, silencio decisivo. Sonido de humedad, de madriguera, murmullos o palabras ausentes, sin objeto, sin ojos, sin creencia…
Allí estoy y allí estuve. Aunque parezca estar aquí, entre estos muebles y este juego. Aunque parezca hablar y dar la mano, besar y escribir y luchar y todo eso. Aunque parezca que estoy vivo, aquí estoy y aquí estuve.
This entry was posted on miércoles, 14 de enero de 2004 at 10:19 pm and is filed under 7. Poesía. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed.
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