La sorpresa fue grande cuando alguien leyó en un
libro inglés que según Sidi Ali al-Jamal, maestro Darqawi,
la cumbre de la experiencia mística era definida como
“jest”, palabra que el diccionario traduce como “burla”.
Lo activo y lo pasivo,
lo propio y lo impropio,
se encuentran al final de todo buen viaje.
Dejan de ser opuestos, se entretejen
y buscan encauzar un modo
de penetrar lo extenso-transparente.
Conciliación de los contrarios,
la unión es el modo y precipita
los cuerpos hacia el fuego.
El fuego o la risa, la pausa o la prosa
porosa que esconde la mágica quimera.
La unidad de lo falso con lo auténtico,
el buen humor de toda buena estrella.
Mirad como se ríen en el cielo,
como surgen los peces de la nada,
como el lago contempla a la laguna.
En el mar viven las cabras
y en el monte las sardinas.
La falsedad de la verdad y lo
verdadero de lo falso,
la autenticidad de lo impropio
y lo impropio de toda identidad.
Súbito el paisaje resplandece y mira
el horizonte al hombre que lo mira.
Yo soy el otro, la música callada,
la paradoja ungénita al amado.
La alabanza teje su traje de seda
y el cuerpo se viste de pura transparencia.
Oh amor, lugar que todo lo concentra,
centro de los anhelos que gravita
en torno a la tiniebla.
Luz sin fanal, conjuros enamora
y aumenta su furor de un aura cristalina.
Un deseo de gloria trasiega la palabra
hacia la fuente del deseo.
Esta es la estrategia del poeta,
la simpleza que debe vivenciarse.
Ahora es un secreto a voces, una voz
que quiere el premio Nóbel,
que participa, sonámbula en la risa,
de su contrario: oh fingidor juicioso,
funámbulo traspiés de la poesía.
La unión de los contrarios:
este es el meteoro fabuloso
que todo cuerpo habita,
y es habitado por su opuesto.
Es niebla y es coito,
fruición divina, espejo que nos mira,
que nos devuelve imagen por mirada.
La rendición advierte al sinuoso
de su recta inmortal, como un poseso
el sinuoso en la espiral se esfera.
Son coaliciones, química sin tedio,
loca substancia al borde del abismo.
Control y descontrol del mundo,
ciencia de las transformaciones,
caos y cosmos sin medida
en la balanza que todo lo aniquila.
Oh el movimiento ahora,
la suave quietud fluyendo como vela,
velando su secreto.
La suave tempestad de la materia,
furiosa contradanza de números, se eleva
la majestad de lo creado pariendo la belleza.
Es un más y es un menos,
un claudicar y un comenzar de cero,
es un poco de niebla, la embriaguez decisiva
que todo instante sobrio necesita
para penetrar en lo continuo.
Secreto sutil resplandece el motivo,
el elemento transmisor, la correa
concreta que siembra y espejea.
Digamos el objeto, la palabra,
digamos el motivo:
una ferviente máscara atrapada
entre el amor finito y lo infinito,
que va de lo uno a lo otro,
sin apenas distancia ni energía, como un
paciente quieto en la semilla de su acto.
Esto está ahí, enfrente de ti mismo,
en cada espasmo, en cada recoveco.
No puedes ver una cosa sin su opuesto,
ni ver lo opuesto sin despertar al deseo de la unión.
No puedes pensar sin dividirte, tocar sin dividirte.
No puedes decir sin hacer de lo dicho
un espejo fugaz al borde del suicidio.
Esto está ahí, en cada relación,
en cada encuentro el hombre se divide.
La unión es división, la confusión el modo
de arder y la muerte todo lo congrega.
¡Que sentido del humor,
genial el Creador, genial la maravilla
constante de un mundo que crea en cuanto muere,
que muere al ser creado!
¡Oh burla burlando al punto de la entrega!
Estrellas que estallan, sonidos sin eco,
veloces momentos de fiesta increada,
latiendo la sed aliterada,
rompiendo lo roto al claudicar su ego.
Con una cadencia de ruina se eleva la risa.
Estar y no estar, vaciando vaciando,
se crece y se crece.
Más lejos y más cerca, la noche
es la luz de la nada.
¡Quien lo iba a decir!
El hombre perfecto actúa sin actuar,
dice sin decir,
consigue sin conseguir,
muere sin morir.
¡Quien lo iba a decir!
La cumbre era la risa,
sin prisa, sin prisa,
pero ya.