Lo que dicen las bombas

Los cuerpos, las imágenes de luto
la destrucción masiva, sin máscaras, repica
en la conciencia y sangra la mente una palabra.

Una palabra es nada,
es humo y es volcán en esta hora
donde el hombre reinventa su sed incontestada,
donde el mal se enamora del oro y el delirio
de las bombas vislumbra a la virgen del sueño,
doncella de las cicatrices.

Para ella es este chorro de palabras,
sumadas una a otra tal vez un exorcismo,
tal vez es la medida de ese anhelo,
tal vez una mirada inhóspita a la guerra.

¿Todo esto lo dicen las bombas y el discurso
del mal o es el reflejo del mal en mi mirada?
Es la demente aurora de la usura
ocupándolo todo, robando a la inocencia
su palpitar acorde con lo que era.

Lo que dice el vecino, la radio, la impotencia,
la tormenta del odio sembrando en cada esquina
de la ciudad sus luces apagadas,
meciéndose en los hombres como oruga de seda.
Oh contorsión, oh indignación, oh rabia,
respuestas de la masa a la metralla,
de la estancada fuerza que celebra
su parálisis, se infla, se amotina…

No. No es suficiente, nunca es suficiente.
Quiero gritar, quemar una bandera,
romper con mis dientes un escaparate.
Quiero caer de bruces, arrancarme los pelos
y amenazar al mundo con el fuego
de una conciencia insatisfecha…

¡Que revienten los profetas
de la paz! ¡Que sus venas se caigan
en la luz! ¡Que el sol se evapore y la sombra
usurpe su corona! ¡Que la esperanza
caduque y su trinchera
se cubra de pasión y que la puerta
de la sed sea cubierta
de moho y absoluto! ¡Que el laberinto
defeque al puro monstruo en la conciencia
celeste del poder y que la sangre
sembrada sea bendita
por siempre!

Que cada hombre ejerza su derecho al desastre.
Que sea la conciencia del mal en cada uno
quien guíe las palabras hacia el suelo,
hacia la aceptación sin vanagloria.

Un clavo partido en el beso,
un clavo besado en la noche, en la antesala
ridícula el estanque de la larva desnuda
suda aleluya y canta contorsiones de niebla.
Mil rayos risa vientre el bombardeo.
Dios nuca alambre noche cercenada respuesta.
Ocaso canto escudo penumbra la masacre.
Creciente salmo fuerza sonámbula la muerte.

Una vez más son estas
las palabras, una vez más la guerra,
una vez más infierno relámpago en la tierra,
una vez más redonda ridícula el espanto,
una vez más cabeza derretida,
otra vez la presencia ciento a ciento del odio
para acabar volcán perfecto en holocausto desatado.

Siempre la misma lucha, el mismo rezo,
siempre el ojo del hombre violando a la gaviota,
y el miedo siempre al borde de estar insatisfecho
del hambre soberana, del hambre congregando
a los hombres exhaustos en su pozo invisible,
a los hombres redondos como un gran cisne roto.

Quillas los diablos occidente
y el mastín que reclama los jugos de la pierna
de piedra, de un hastío cubierto de carne destrozada,
de saldo y diente ecuestre y el delirio
como reina radiante ninfómana en su trono.

¡Que se caigan las aguas
al diluvio! ¡Que vuelvan a gozarse las compuertas
con la mano pillada! ¡Que el ladrón
se sacralice! Y lo prosaico ocupe
su puesto en el patíbulo del tiempo.
Y que el sol se atragante con canto degollado.

Los ojos en la mancha
lívidos de catástrofe y la víscera
bañándose en lo idiota de una espera
de plomo, de esa espera truncada
por el miedo en la atroz tubería de esperma
de la mente ¡Que vuelvan las lombrices
sus rostros al delirio! ¡Que vean como el sátiro castiga
su propia invocación en la palabra! ¡Que sangren
las niñas protegidas! ¡Que sean golpeadas
las manchas! y las venas del viento
que vuelen a borrar la superficie
manchada de petróleo.

Un resplandor total
anulará la sombra: todos podremos verlo
un mínimo segundo y al siguiente
ya nadie lo verá. Pero entre tanto
la rueda de la muerte colectiva en el circo
girará aún veinte veces. ¡Será una dura prueba
ver rodar las cabezas separadas
del tronco familiar! ¡Será bello besar
los labios sin la luz ni el maquillaje
del fuego en pleno centro de la muerte!

Cuando el sonido de árboles extinga
este ruido de latas de la furia, definitivamente,
cuando la última bomba nos conduzca
al sabor de ese humo transmutado en cereza
del martirio.
Entonces el desastre será el signo
de una nueva promesa.
¡Gloria al azul celeste que enamora!
¡Gloria a la nieve verde que circunda
los corazones en tiempos de guerra!

El horizonte, el mal que está en su sitio,
en el perfecto lugar, en la perfecta tierra,
en la precisa hora de su muerte
verá su nacimiento.
Un oscuro motivo nos conduce
a través de la entraña, camino de la gloria,
a gustar el sabor de la ceniza.

A unos la metralla, el lucro y la locura
de la virgen de piedra.
A otros el contentamiento,
el saber de los signos transmutando esa piedra
en mansedumbre, oh sol de la belleza.

Serenidad en medio del campo de batalla,
sembrado de promesas, de dones, de futuro.
Oh eternidad que se abre como grito.

Multitudes acuden, la gloria las convoca.
La doncella es el árbol y es la guía,
la presencia de un rostro luminoso
en el fondo de todo precipicio.

Crece el amor en medio de la guerra.

Primavera iraquí del año
2003, 1423 de la Hégira

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