Ciertamente,
Al-lâh no se avergüenza de proponer como ejemplo un mosquito
o lo que esté por encima de él.
En cuanto a los que se han abierto a Al-lâh,
saben que es la verdad de su Señor.
Y en cuanto a los que se le han cerrado, dicen:
“¿Qué quiere (decir) Al-lâh con este ejemplo?”.
Pierde a muchos con él y guía a muchos con él.
Y no pierde con él más que a los perversos.
(Qur’ân, surat 2, al-baqara, ayat 26)
Comentario de Abderrahmân Muhámmad Maanan, ‘Tafsir’ (islam):
Esta aleya es de un extraordinaria importancia para entender el Qur’an. En ella se nos enseña el objetivo del Libro. En primer lugar nos enseña que Al-lâh se expresa, y que todo lo que existe son palabras de Al-lâh, es decir, en todo lo que existe hay una información para el que sabe escuchar. Sea un mosquito o un elefante, todos son signos, todos son un mázal (ejemplo, parábola) con el que Al-lâh a cada momento golpea al ser humano para despertarlo a la conciencia y al imân [apertura de corazón]: pero el hombre suele poner por delante sus prejuicios y estos lo ciegan y ensordecen ante Al-lâh. Según esto, Al-lâh es evidente y audible en todo lo que existe. Al-lâh ha obsequiado al ser humano con un regalo único: la inteligencia. La inteligencia o ‘Aql es la capacidad para recibir información y aprovechar lo que contiene. La información que el hombre puede recibir es el mundo mismo. Por lo tanto, el mundo está cargado de significaciones. Recibirlas y descifrarlas es la misión del ‘Aql. La existencia no deja de golpear esa facultad, no deja de llamar a sus puertas, pero el ser humano se cierra ante ellas: interpone sus presupuestos. El hombre atribuye a Al-lâh sus prejuicios, pero: ínna lläha lä yastahtï: an yádriba mázalan mä: ciertamente, Al-lâh no se avergüenza de proponer cualquier ejemplo. Cada cosa creada es un signo, una aya, y el Qur’an lo recoge todo: ba‘üdatan famä fáuqahä: sea un mosquito, sea lo que esté por encima (en la consideración de los hombres). En todo hay un signo para los que saben interpretar. Al-lâh ha hecho de todo un mázal, un arquetipo que alude a significaciones espirituales. Todo es un mázal, un modelo de lo que tiene dentro, de lo que lo rige, del Señor que impera en él. El mosquito, la ba‘üda, es un mázal tan válido como cualquier otro, pues quien descubre el secreto que guarda el mosquito ha descubierto el secreto que soporta al universo. Con el mázal, con cualquiera de ellos (mázalan mä), Al-lâh no deja de golpear al ser humano, no deja de llamar su atención hacia dentro, hacia el mundo de los significados.
D. T. Suzuki, ‘Studies in Zen’. p. 94 (budismo zen):
Cuando crece una brizna de hierba el universo entero se revela en ella; en cada poro de la piel late la pulsación de la vida de los tres mundos, y esto es intuido por praina, no por medio de un razonamiento, sino de manera inmediata.
Martín Lings, ‘Un santo sufí del siglo XX’, ed. Olañeta, página 118 (islam):
La doctrina de la “Unicidad del Ser” (Wahdat al-Wuyûd) está implícita en el Nombre Divino al‑Haqq —la Verdad, la Realidad—, pues afirmar la Realidad como característica esencial de la Deidad no podría tener sentido si algo distinto de Al-lâh fuese real. La palabra «Ser» expresa esta Absoluta Realidad, pues se refiere a Aquello que es, como opuesto a lo que no es, y la Unicidad del Ser es la doctrina según la cual detrás del velo ilusorio de la pluralidad creada está la única Verdad Divina: no que Al-lâh esté formado por partes nota, sino que subyacente a cada elemento separado del universo creado está la única Plenitud Infinita de Al-lâh en Su Indivisible Totalidad.
nota: En el menor mosquito hay un secreto divinamente adorable con una total adoración. En otras palabras, para aquellos que poseen la visión mística, allí está la Faz de Al-lâh (Qur’an 2: 115).
Abdelmumin Aya, ‘Islam para ateos’ (islam):
Ninguna experiencia del mundo es mejor que otra. Las experiencias de la realidad, es decir, de lo sagrado, no admiten gradación. Cada uno se acerca a lo real con lo que es y su percepción de lo real —si no ha sido falseada— no es mejor ni peor que otra experiencia de lo real. Porque toda estructura viva es un modo de conocimiento de Al-lâh, y la experiencia de estar vivo es la única experiencia posible de Al-lâh, el saboreo propio que esa criatura hace de Al-lâh. Un mosquito no está menos vivo que lo estuvo el profeta Muhammad; de eso se trata precisamente: es Muhammad nuestro modelo porque llegó a estar tan intensamente vivo como un mosquito en su único día de vida. Llegar a esa misma plenitud de experiencia de lo real es nuestro objetivo, y no degradar la experiencia de todo aquello que no pertenece a nuestro miserable universo de conceptos teológicos heredados por los que creen que el Islam es una doctrina.
Abdennur Prado (islam):
El desprecio de cualquier detalle de la Creación, por insignificante que parezca, implica el desprecio de la Creación entera. Todo lo que existe, existirá o ha existido está ahí en virtud de una decisión divina que le da sentido, por mucho que nosotros no tengamos acceso a ese sentido. Debemos darnos cuenta de que el dunia —ese mundo de apariencias vacías de contenido que el creyente aborrece—, es pura y simplemente nuestra incapacidad de ver a Al-lâh en todas las cosas. El dunia no es el mundo, sino nuestro depreciación del mundo, el modo en que nuestra incapacidad de ver degrada a simples cosas lo que Manifiesta a Al-lâh. Por eso decimos que el dunia no existe aparte del hombre, único ser que pone en entredicho la Majestad y la Belleza de todo lo creado.
Angelus Silesius, ‘El peregrino querubinico’ (cristianismo):
Por muy vil que sea el polvo, por muy pequeños que sean sus átomos, el sabio ve en él a Dios con toda Su Grandeza y Su Gloria.
Dichos de Chuang Tzu (taoísmo):
Tung Kuo Tzu preguntó a Chuang Tzu: “¿Dónde está esto que llaman Tao?”. Chuang Tzu dijo: “En todas partes”. El primero dijo: “Dame un ejemplo de ello”. “Está en la hormiga”. “¿Cómo puede el Tao ser algo tan bajo?”. “Está en la brizna de hierba”. “¿Cómo puede ser todavía más bajo?” “Está en el excremento”. Esta vez Tung Kuo Tzu no respondió. Chuang Tzu dijo: “Tu pregunta no concierne a lo esencial del Tao. No especifiques ninguna cosa en particular. No hay ninguna cosa en la que no esté el Tao”.
La casa de Abraham (judaísmo):
Búnam estaba paseando con un discípulo por las afueras de la ciudad. Se inclinó, recogió una pizca de arena, la miró y la devolvió exactamente al lugar en que la había hallado. “Aquel que no cree”, dijo, “que Dios quiere que ese poco de arena esté en ese preciso lugar, no cree en absoluto”.
(Atribuido a) Ibn al-‘Arabî al-Mursi, ‘Risâlat al‑Ahadiyya’ (islam):
Cuando el secreto de un solo átomo entre los átomos está claro, el secreto de todas las cosas creadas, tanto interiores como exteriores, está claro y en este mundo o en el otro tú no ves ya más que a Al-lâh.
[…] La parábola del mosquitot […]